lunes, 16 de mayo de 2011

WADI RUM


19/04/11

Nos despiertan los pájaros que revolotean a nuestro lado. Toca levantarse, lavarse la cara y desayunar tortilla de vegetales con especias, yogurt con especias, pan de pita con especias, tomate con especias, etc con especias, una mezcla muy rica elaborada con pimentón, orégano, cilantro, cardamomo, sésamo, etc. Ya con la barriga llena partimos en nuestros jeeps para visitar el desierto de Wadi Rum. Anteriormente os he hablado de este desierto, que se caracteriza más que por las típicas dunas que siempre relacionamos con este tipo de paisaje, por las montañas de formas caprichosas que sobresalen por toda la extensión del Wadi Rum. Un ejemplo: escalamos hasta la parte superior de un puente natural de roca en donde nos sacamos las típicas fotos de grupo. También vemos la antigua casa de verano de Lawrence de Arabia que ahora no es más que una pared de piedra, eso sí, con unas vista preciosas del desierto de Wadi Rum. Otra parte de este completo recorrido por el desierto nos lleva a conocer unas inscripciones antiguas en la roca de una montaña, a subirnos a la duna más grande para que algunos se tiren desde su cima para acabar como una croqueta de arena, etc. Almorzamos a pie de otro bello rincón de Wadi Rum con nuestra bolsa de pic-nic que será una constante durante varios días de este viaje. Y una vez recargadas las pilas nos toca montar en camello. Que sí, que no, que si es una turistada, que aquí es más barato... Acabamos la mayoría del grupo subidos a la chepa del camello, haciendo risas por la dolorosa monta que provocaba en nuestra rabadilla el traqueteo del bicho. A la tarde toca paseillo. Andamos hasta una roca que nos sirve de atalaya para contemplar el cambio de luz fruto del anochecer en el desierto. Aunque sea un tópico, de verdad que se sienta paz y relajación de espíritu. Nos espera una sorpresa para la cena en nuestra última noche en el desierto. Nuestro cocinero jordano nos prepara un plato típico beduino. En un agujero previamente excavado en la arena se hace un pequeño fuego, se mete la comida (verduras, arroz, cordero, etc) en ese horno natural bien tapadito para que no entre la arena y se deja haciendo unas tres horas. Una vez que nuestro orondo cocinero estima que ya está en su punto, desentierra la parrilla con los alimentos y listo para comer este plato cocinado exquisitamente mejor que si se hubiera elaborado en el horno de casa. Esta noche toca dormir dentro de la haima porque ha refrescado bastante más que la noche pasada. Ni el fuego de la hoguera anima a la mayoría del personal a dormir al raso.

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