martes, 17 de mayo de 2011

AQABA


20/04/11

Pasamos en pocos kilómetros del desierto del Wadi Rum al Mar Rojo. Nos despedimos del desierto de la misma forma que entramos: admirando la geografía de sus formas sentados en la parte trasera del jeep, con el viento cálido que circula por esos espacios abiertos acariciando nuestras caras. Hacemos la últimas fotos al monte más emblemático del Wadi Rum, el llamado "Los Siete Pilares de la Sabiduría". Se denomina así en honor al libro homónimo que escribió en su momento Lawrence de Arabia. No obstante, la pena de despedirnos finalmente del desierto se nos quita enseguida en el momento que nos acercamos a Aqaba, a orillas del Mar Rojo. Esta ciudad se encuentra enclavada en el Golfo de Aqaba y es la única salida al mar con la que cuenta Jordania. Como es un enclave estratégico la soberanía de este Golfo está compartida entre ellos, los egipcios, los saudíes, y cómo no, los israelíes. Nos instalamos en un hotel de cuatro estrellas con piscina, nos ponemos el bañador, y rápido, rápido, que nos vamos a unos veinte minutos de esta ciudad para disfrutar practicando snorkel en una playa seleccionada por nuestro guía Ernes. Alquilamos gafas y aletas, y antes de comer, hacemos nuestros primeros pinitos casi en la misma orilla del mar. Nada más que nos metemos en el agua comprobamos que el arrecife de coral está bien conservado. El agua transparente nos permite ver la variedad de colores, tanto del coral como de los peces de diversos tamaños que nadan tan cerca de nosotros que casi se pueden tocar con la mano. ¡Qué gozada! Da pena tener que salirse del mar para ir a comer pescado. Tras apaciguar a nuestras tripas nos vestimos con un traje de neopreno para aguantar más tiempo practicando el snorkel en una segunda sesión. En fila india y nadando paralelos a la costa disfrutamos nuevamente con las vista de este mar tamizado de colores hasta que llegamos a la altura de un tanque sumergido en el fondo del mar. Media vuelta a ritmo más tranquilo, saboreando la experiencia de sentirse rodeados de peces de colores, y se acabó la sesión de snorkel. Ya hemos hecho hambre para cenar. Se impone por este orden una ducha en el hotel, un paseo por la ciudad en busca de las especias que tanto nos han gustado en el desierto (en una tienda nos hacen una mezcla de especias diferentes que nos resulta de un sabor más picante que el que probábamos en el desierto, pero tras regatear un poco, lo justo para no sentirnos estafados del todo, nos vamos con nuestra bolsita en la mano), y a cenar a un restaurante cercano al hotel. Comemos los típicos entrantes a base de hummus (puré de garbanzos), babaganuch (puré de berenjena) y tabouleh (ensalada árabe) que tanto nos gustan y te sirven en la mayoría de los casos como aperitivo. Hoy juegan en España la final de la copa el Barça y el Real Madrid. ¿En España? Sí, parece que en vez de jugarse allí, se va a jugar en Aqaba. Hay mucha animación por las calles, con la gente vestida de blanco o de blaugrana, los colores de sus equipos a nivel internacional, que nos choca a más de uno. La mayoría decidimos ir a un bar en donde nos den cerveza con alcohol para ver el partido. Pera, un catalán del grupo vestido con la camiseta del barça, sufre con cada jugada fallida de su equipo hasta que al final el Real Madrid se lleva el gato al agua en un contragolpe. Entretanto nos hemos bebido tres o cuatro cervezas de medio litro a cinco dinares la consumición. Como en Jordania es difícil encontrar alcohol pagamos resignados el dinero que haga falta. Si me vienen los del programa "Españoles por el mundo" a preguntar que hecho en falta de mi país no diré el jamón, sino la cerveza. ¡Cerveza fresca por favor!

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