jueves, 30 de diciembre de 2010

MI LISTA DEL 2010


Toca hacer balance del 2010. Os detallo a continuación mi lista de los mejores cinco libros que he podido leer este año. Tengo que admitir que en el 2010 no he podido satisfacer mis ansias lectoras todo lo que quisiera, pero como están de moda las listas de las mejores canciones, de las mejores películas, de los mejores libros, etc, por aquello de que se acaba el año, aquí queda mi visión personal sin tener en cuenta el año de la publicación del libro:

EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS DE JOSEPH CONRAD
LA INVENCIÓN DE LA SOLEDAD DE PAUL AUSTER
ÉBANO DE RYSZARD KAPUSCINSKY
DUBLINESCA DE ENRIQUE VILA-MATAS
TIEMPO DE VIDA DE MARCOS GIRALT TORRENTE



martes, 21 de diciembre de 2010

¡HORROR, EL HORROR!


Ha sido un fin de semana un tanto extraño, un tanto triste. En el amargo guión no ha faltado de nada: un fallecimiento, problemas laborales de un amigo, seres queridos que todavía no ven la luz al final del túnel y gente que me agobia con su espíritu competitivo en carreras populares. Además, no sé si embargado por este espíritu de tristeza he decidido releer “El corazón de las tinieblas” de Conrad. Creo que es la tercera vez que leo este libro y debo reconocer que es uno de mis preferidos. No obstante, cada vez que lo leo, siento como si la maldad humana colgara de las ramas de los árboles oscureciendo la marcha del río Congo, y que la niebla que cubre las riberas del río,destilara una humedad ponzoñosa que calara el alma de las personas, impregnándolo todo de horror. ¿Será que se acercan las navidades?

viernes, 17 de diciembre de 2010

CALLE DE LAS TIENDAS OSCURAS


Acabo de leer el libro de Modiano "Calle de las tiendas oscuras”. Y cuando piensas que todas las cartas que se están apilando, unas sobre otras, van a dar como resultado la solución al enigma de la identidad del protagonista de este libro, de repente se desmorona toda la baraja en el instante final, dejándonos una sensación de desasosiego en las entrañas.
El paso del tiempo y la pérdida de la memoria son los temas recurrentes de Patrick Modiano, y son dos características mezcladas con acierto en este libro. Gracias a esa habilidad los personajes son más humanos y creíbles, y eso que muchos de ellos sólo forman parte del recuerdo del protagonista.
En todos los libros de Modiano, la ciudad de París no forma parte de un escenario onírico, sino que cobra vida gracias al continuo deambular de los personajes por sus calles y cafeterías.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

ES CURIOSO


Es curioso. Paseaba por el monte, por un estrecho camino desgastado por el tránsito de muchos montañeros, cuando observé un pajarillo en mitad del sendero. Me llamó la atención su inmovilidad, que resaltaba más si cabe en los blancos manchones de nieve que un invierno tardío había dibujado en el paisaje. Lo noté débil y desvalido, hecho una pequeña bola de plumas que el viento removía con cada soplo helado. A medida que me acercaba a su frágil cuerpo la impresión de extrañeza se me iba acrecentando, hasta que estuve bien cerca, a un solo paso de distancia. Comprobé con ternura que ni siquiera era capaz de mirarme, como si no sintiera ningún peligro; como si se encontrara solitario en el monte y sin enemigos acechándole. Aunque, bien pensado, imaginé que hasta podría ser un gesto de indiferencia ante su suerte.

Tan cerca me encontraba, arrodillado a su vera, que quise atraparlo con un gesto de mi mano. Pero el animal pegó un pequeño brinco, que no un vuelo, para adoptar una posición insólita delante de mis ojos. Había un agujero excavado en la tierra, no lo suficientemente grande como para que se refugiara por completo, y allí es donde escondió su cabeza. Para mi asombro, retornó a su estado inmóvil a pesar de la evidente fragilidad de su refugio. De nuevo, contemplé con cara de pena al pajarillo. Volvía a estar a merced de cualquier depredador y sin abrigo donde cobijarse de los cambios del tiempo. Me impresionó de tal manera su vulnerabilidad, que incluso me entristecía continuar mi camino dejándolo solo y desamparado. De nuevo, intenté agarrarlo y justo cuando las puntas de mis dedos lo tenían al alcance, pegó otro brinco que le hizo alejarse hasta unos matorrales. Desapareció de mi vista, protegido esta vez por una maraña de espino que impedía su captura. Permanecí varios minutos paralizado, esperando que el pájaro volviera a salir de las zarzas. Creo que en el fondo la razón que me impedía avanzar no era otra que sentirme útil, aunque fuese por una vez en la vida. Nada más lejos de la realidad. Después de un tiempo que consideré prudencial, perdí la esperanza de poder ayudarlo y decidí proseguir mi camino. De vez en cuando, volvía para atrás la mirada, buscando una última oportunidad de cumplir con ese propósito que me había impuesto. Me iba alejando y las matas de zarzas cada vez se difuminaban más hasta perderse finalmente con el resto del paisaje.

A medida que ascendía por el empinado sendero intentaba distraer mi errático pensamiento contemplando en la lejanía el camino que me guiaba hasta la cumbre, y que transitaba por un estrecho collado rocoso localizado a bastante altitud. Desde la pequeña majada de pastores en donde me encontraba, el paso hasta el collado se intuía relativamente complicado. No obstante, me sentía capacitado para afrontar ese riesgo. Más respeto me infundía el tramo final hasta la cumbre, que discurría por una estrecha “chimenea” de diez metros de longitud y roca descompuesta. Este paso albergaba una triste leyenda negra motivada por los continuos accidentes acaecidos en ese tramo de pared. De ahí que se hubiera ganado el curioso y siniestro nombre de “la escupidera de la bruja”.

Una vez superado la altitud del collado, avanzaba sin contratiempos por un terreno quebrado e inestable. Sin solución de continuidad me enfrenté al último tramo complicado de subida, el conocido como “la escupidera de la bruja”. Ascendía atento por la pendiente, asegurándome con pies y manos a todo resalte que me ofreciera confianza. No obstante, sufrí un resbalón de forma inesperada y me golpeé contra las afiladas rocas. Creo que perdí el conocimiento durante varias horas, porque cuando recobré el sentido, pude observar que la luz tomaba un color rojizo propio del anochecer. En esos instantes de incertidumbre, la cabeza me daba vueltas buscando una salida para superar esta situación tan delicada. A pesar de todo, había tenido mucha suerte en la caída. Mis daños se reducían a unos cuantos rasguños en el brazo derecho y una contusión en la cabeza de la que emanaba un pequeño reguero de sangre. Estaba un tanto desorientado por el golpe, pero tenía que tomar una decisión antes de que se hiciera completamente de noche. Lo más urgente en un primer momento era comprobar si podía valerme por mí mismo. A pesar de tener el cuerpo magullado por la caída, pude enderezarme para iniciar el delicado descenso por la “chimenea”. Al principio, me temblaban los pies y notaba muy alterada la respiración. No obstante, intenté serenar mis nervios para no verme envuelto en otro accidente inesperado.

A medida que iba descendiendo por el collado una fina niebla fue envolviéndome, hasta que mi entorno se transformó en un blanco muro que entorpecía mi capacidad de orientación. Transitaba en esos momentos por un terreno menos técnico, pero era consciente de que las cosas se iban torciendo cada vez más. Las referencias del paisaje que me iba topando no me eran nada familiares y mi memoria visual se veía incapaz de recordar el camino correcto. Estaba perdido. Me sentí totalmente frustrado al descubrir que llevaba dando vueltas sobre el mismo terreno desde hacía más de media hora. Desesperado, me senté encima de una roca que sobresalía entre varios matorrales de zarzas. Me encontraba muy cansado, sin fuerzas para proseguir el camino. Cuando ya estaba decidido a buscar cualquier refugio para pasar la noche, me asustó la salida inesperada de un pajarillo desde las matas que se encontraban a mi espalda. El ave se posó sin ningún miedo junto a una roca situada a mi lado. Desde donde estaba sentado pude observarlo bien cerca y percatarme de su gran parecido con el desvalido pajarillo de la mañana. De repente, pegó un brinco y se plantó a un metro de distancia. Otro salto más, y giró la cabeza como si me indicara una señal determinada. Al tercer brinco, me dejé guiar por el instinto y seguí los pasos del animal. Ya sé que puede resultar sorprendente el discurrir de esta historia, pero gracias a mi pequeño amigo conseguí reencontrar el camino, que perfectamente marcado con pintura roja y blanca, me permitía soñar con el ansiado regreso.

¿Y el pajarillo? En el momento que retorné al sendero, desapareció de mi vista tras el manto de niebla que cubría el paisaje. Resultará extraño y misterioso, pero a medida que iba descendiendo por la senda escuchaba a mi alrededor un leve sonido, como un rumor conocido y cercano que presagiaba su mirada vigilante y protectora. “Es curioso, Juanito, es muy curioso”. Me rebotaban constantemente estas dos palabras en la cabeza a medida que la sombra de la noche se pegaba a mi estela y rodaba mi paso pendiente abajo.


miércoles, 17 de noviembre de 2010

GALBARRA


Siempre que podemos E y yo aprovechamos el fin de semana para ir a Galbarra. ¿Que dónde está Galbarra? En Navarra, en el denominado valle de Lana que linda por el oeste con Alava (escenas de la película Tasio, de Montxo Armendáriz, se grabaron en el valle). Este fin de semana fue uno de ellos. El mantenimiento de la casa en el pueblo nos da trabajo, pero es una labor que la hacemos sin obligación. Trabajar en el campo, al aire libre, recogiendo como este fin de semana las hojas secas en la era cercana a la casa, os aseguro que hasta reconforta. Perdemos mucho tiempo encerrados en oficinas o en desplazamientos en autobús a nuestros trabajos. Por eso, cuando estoy trabajando en el campo con mis propias manos, siento que estoy iniciando un acto que tiene algo de ancestral. Y no me refiero al tema místico, que generalmente me ocasiona urticaria, sino a algo más primario, pero no por eso menos importante: el contacto directo con la naturaleza. Este fin de semana he tenido ocasión de pasear y sentir el frescor del viento en mi cara, de doblar el espinazo y mancharme las manos de tierra, y de mirar relajadamente al horizonte mientras se teñía el cielo de rojo. Y se me olvidaba, de dormir con mayúsculas gracias a un sueño reparador.


Tasio
Cargado por tnlvrnet. - Vídeos de amigos y familia de todo el mundo.

martes, 16 de noviembre de 2010

MADRID


Viajamos a Madrid montados en el autobús de ALSA. Llueve y la transitada carretera está hecha un asco a causa de los estrechamientos de carril que nos vamos encontrando según avanzamos por la AP-1. De vez en cuando, un accidente colapsa aún más la circulación y nos vemos obligados a detener nuestra marcha. Para matar el tiempo, E y yo, compartimos los auriculares del móvil y seleccionamos canciones para crear una lista de reproducción. Hasta Bruce Springsteen puede llegar a ser monótono y repetitivo cuando estás en medio de un atasco. Retomo el libro de Paul Bowles, “El cielo protector”, pero mi pensamiento no viaja a ningún desierto, ni sus páginas me hacen imaginar el laberinto de calles estrechas de los pueblos africanos. Con una hora de retraso llegamos a Madrid. Cargamos con nuestras mochilas y nos dirigimos rápidamente al metro. “¡Línea 6; por aquí!”, le digo a E un tanto nervioso porque ya llegamos muy tarde y hemos quedado a cenar con nuestros anfitriones. Pues no, que nos hemos equivocado de sentido, no de línea, y nos espera un periplo circular por Madrid.

A la mañana siguiente quedamos con el resto de nuestros amigos madrileños para comer una injera en un restaurante etíope. Creo que por el barrio de Malasaña, pero mi conocimiento de Madrid es limitado. La injera se come con las manos, y a mí ese acto tan primitivo me trae recuerdos de la infancia, de cuando vivíamos sin prejuicios y las normas de urbanidad no estaban por encima de las personas.

Y otro día más en Madrid. Esta vez desayunamos porras y churros con O. Al mediodía quedamos con el resto para comernos un castizo cocido madrileño. Como se retrasa la hora de la comida (parece que en Madrid es imposible comer antes de las tres y media), picoteamos unas fabes, unas aceitunas machacadas y unos callitos a la madrileña, todo ello regado con cerveza y vermut de garrafón. Ya con el cocidito calentito en nuestro estómago (son las seis y media de la tarde), que tardaremos en digerir el resto del día y de la noche, nos vamos a beber hasta que el cuerpo aguante. A la salida del último garito nos despedimos de P y J, los últimos supervivientes de la noche, y les dejamos solos ante el peligro aunque se les ve muy curtidos en bares de ambiente. Nosotros nos volvemos con O a su casa. El taxi circula veloz por las calles y avenidas del centro. Hay decenas de taxis, se diría que cientos de ellos transitando a estas horas de la noche y ejerciendo su hegemonía entre las luces y sombras de las calles de Madrid.

martes, 9 de noviembre de 2010

EL CIELO PROTECTOR


Últimamente me ha dado por las lecturas referentes a África. Por eso, tenía ganas de leer un "clásico" sobre este continente, como es la novela EL CIELO PROTECTOR de Paul Bowles. Tengo que reconocer que no me ha entusiasmado mucho este libro. Me ha resultado una lectura agradable, y en cierto momentos, cuando transcurre la enfermedad del protagonista, me he sentido más enganchado a la trama, pero el regusto final que se me ha quedado es como de indiferencia hacia los personajes principales del libro. Tanto Port, Kit como Tunner son el arquetipo de americanos aventureros que no saben dónde se han metido. Y claro, les pasa de todo, como cuando tienen que tratar con lo nativos y su cultura, pero sobre todo cuando tienen que sobrevivir en ese medio tan hostil como es el desierto. Lo mejor del libro para mí es esa descripción que hace el autor sobre los rigores que se viven en el desierto. El calor, la sed, la frescura de la noche, está muy bien descrito y resultan creíbles en "El cielo protector". Adaptarse o morir, podría ser la frase que resuma la aventura de estos americanos por tierras Argelinas.

sábado, 6 de noviembre de 2010

ÉBANO


Notas entresacadas de mi lectura del libro de Kapuscinski titulado "Ébano":

"La sequía, el calor, los pozos vacíos y la muerte en el camino también son perfectos. Sin ellos, el hombre no sentiría el goce auténtico de la lluvia, el sabor divino del agua y la dulzura vivificante de la leche. El animal no sabría disfrutar de la hierba jugosa ni embriagarse con el olor de un prado. El hombre no sabría que es eso de ponerse bajo un chorro de agua fresca y cristalina. Ni siquiera se le ocurriría pensar que esto significa, simplemente, estar en el cielo".
"La sabiduría y la experiencia de esta gente les hace trabajar poco y despacio, les obliga a hacer largas pausas, cuidarse y descansar. Al fin y al cabo son personas débiles, mal alimentadas y sin energías. Si alguna de ellas empezase a trabajar intensamente, a deslomarse y sudar sangre, se debilitaría aún más, y agotada y exhausta, no tardaría en caer enferma de malaria, tuberculosis o cualquiera del centenar de enfermedades tropicales que acechan por todas partes y la mitad de las cuales acaba con la muerte. Aquí, la vida es un esfuerzo continuo, un intento incesante de encontrar ese equilibrio tan frágil, endeble y quebradizo entre supervivencia y aniquilación".
"Un ritmo que el clima y la tradición se han encargado de marcar; un ritmo tal vez poco apresurado, más bien lento, pero a fin de cuentas, en la vida tampoco se puede conseguirlo todo; de no ser así, ¿qué quedaría para otros?".

martes, 26 de octubre de 2010

¿QUÉ OPINÁIS?


En la Unesco me correspondió sustentar una vez más la idea de la captación precoz de las aptitudes y las vocaciones que tanta falta le hacen al mundo. El fundamento es que si a un niño se le pone frente a un grupo de juguetes diversos, terminará por quedarse con uno solo, y el deber del Estado sería crear las condiciones para que ese juguete le durara a ese niño. Soy un convencido de que ésa es la fórmula secreta de la felicidad y la longevidad. Que cada quien pueda vivir y hacer sólo lo que le gusta, desde la cuna hasta la tumba.

Gabriel García Márquez

lunes, 25 de octubre de 2010

DIARIO IRREAL DE UNA SEMANA INUSUAL


DIARIO IRREAL DE UNA SEMANA INUSUAL

LUNES, 3 DE DICIEMBRE DEL 2.006

Hace una semana soñé que mi hermano se moría. Recuerdo que fue una pesadilla tan real que sentí un miedo atroz en mitad de la noche. Me desperté abrazado al cuerpo tibio de mi mujer, envuelto en un fino sudor que delataba mi alterado estado de ánimo. Por desgracia, y con la sombra de la incredulidad reflejada en mi semblante, al día siguiente me dieron la noticia de su muerte. Javier Olivenza Fernández, varón de cuarenta y cinco años, ha fallecido de un ataque al corazón a causa de una obstrucción de la arteria coronaria. Los médicos diagnosticaron que el colapso fue repentino y que no sufrió mucho. Eso sí, ha dejado mujer y dos hijos de corta edad y un montón de recuerdos para sus seres queridos. Sé que no debería preocuparme ni sentirme culpable por lo que ha pasado; sé que no merece la pena vivir con la incertidumbre que nos depara el día después; sé que los sueños siempre han creado inquietud en el ser humano, para bien o para mal, como en este triste caso tan cercano. ¡Ya lo sé! Pero lo peor de esta situación asfixiante es que mis sueños se materializan en una eterna pesadilla que impone la presencia cíclica del insomnio. ¿Y yo, qué camino he de tomar? ¿Cómo puedo protegerme de tanto desasosiego? Porque cuando esos sueños tejen una película tenebrosa bajo mis pupilas, el temor me arrebata el valor, mostrando mi más íntima esencia. Porque reconozco que soy débil e insignificante, con múltiples taras y complejos a los que enfrentarme a diario. El sueño me desvela una realidad que no quiero asumir en la vida cotidiana: soy un ser perecedero, huérfano en el abismo que engulle mi cuerpo con el peso de mis recuerdos.



MARTES, 4 DE DICIEMBRE DEL 2.006

Últimamente, por mi cabeza circulan extraños pensamientos -sobre todo cuando se hace de noche y el silencio se erige con autoridad en el gran protagonista del momento-. Obligado a cargar con mis penas, me gusta deambular por el bullicioso centro de la ciudad, para no sentirme solo. Así paso el tiempo, curioseando desde la calle el interior de las casas, a través del hueco de las ventanas. Amparado en la intimidad de la noche, la luminosidad artificial nacida de una lámpara me descubre un pequeño hueco de la colmena humana. En sus límites se observa el fluir de la vida por medio de una persona que, justo en ese momento, camina afanosamente de un lado a otro de la estancia, y en donde cualquier objeto cotidiano, sea un cuadro colgado de la pared del fondo o un armario con sus estanterías cargadas de recuerdos, deja entrever los gustos y personalidad de aquellos que habitan ese edificio levantado en el centro de la gran ciudad.

Sólo en pocas ocasiones me he visto sorprendido por la curiosidad de otro espectador. Resulta un tanto incómodo sentirse cazado en ese cruce de miradas. No obstante, reconozco que también he sido parte privilegiada en ese triángulo morboso, presto a desnudar almas con los ojos, y que deja a la luz muchos rasgos de la personalidad humana. No hay margen para protegernos con la ambigüedad de los gestos y las palabras. No hay posibilidad de maniobra dentro de este mundo dominado por las apariencias. En un suspiro, cae de manera inevitable la careta del disfraz con el que nos protegemos a diario de nuestros semejantes. Y, pese a nuestros reparos, nos ven como francamente somos en realidad”.



MIÉRCOLES, 5 DE DICIEMBRE DEL 2.006

Esta mañana, poniendo un poco de orden entre los papeles de mi hermano, he rescatado del fondo de un armario una caja metálica con viejas fotos familiares. He sentido nostalgia al curiosear esas fotos en blanco y negro, y esas otras más llamativas de tonos color sepia y bordes deteriorados por el trasiego de muchas manos. No he podido dejar de emocionarme al reconocer a muchos de los allí retratados, con sus rostros sin arrugas ni canas que peine el viento. Una de esas fotos ha llamado especialmente mi atención. En ella se observaba la imagen de un grupo de niños jugando en una calle embarrada de una ciudad de provincias (allí estaba con Manolo “Bokas”, Ernesto “Guindilla” , Paco “Heavy” y Juanito “Kuesko”), y mi mirada se ha dirigido ávida y curiosa hacia la fecha que aparecía en el pie de foto. ¡Cuántos años han pasado desde que nos hicieron esa instantánea! A pesar de que no deseo refugiarme en un pesimismo sin fronteras, tras el fallecimiento de mi hermano siento la presencia de la muerte cada vez más cercana. Su manifestación es una constante desde hace pocas fechas, y se me revela, aunque sea una contradicción, en esos ojos que se dirigen con curiosidad e inocencia infantil hacia la cámara que los está retratando. Sé que ahora, algunos de esos niños están muertos, y ya nada les importa; pero a mí, que todavía sigo vivo, me ocasiona una profunda inquietud e incertidumbre. ¿Por qué? Porque siento pasar el tiempo, con su pasatiempo que canta el viento y que escucho de fondo con rumor nostálgico de sombras, de pasos correteando en una calle del pasado, y codazos de niños traviesos que luchan por salir en una foto de barrio.




JUEVES, 6 DE DICIEMBRE DEL 2.006

Hoy, como ayer, y como sucederá mañana y pasado mañana, hasta que llegue el ansiado día de mi jubilación, me dirijo por inercia hacia mi trabajo. No obstante, es en este preciso momento, en el que soy consciente de mi propio abatimiento, cuando noto el deseo de cambiar esta rutina que se me impone. Por eso; ahora que mis pasos se tornan pesados, y no ayer, ni anteayer, necesito sentarme frente a mi mesa de trabajo y expresar mis sentimientos por medio de la escritura. Gracias a esos pequeños momentos en los que puedo materializar los pensamientos que deambulan por mi cabeza, la monotonía del trabajo de oficina se me hace más llevadera. Sólo sé, que me convertiría en un autómata si no buscara un medio de evasión que me liberara de este ambiente opresivo y deshumanizado. Sólo sé, que si no mostrara rebeldía ante esta situación, me sentiría incompleto y notaría un vacío en mi vida, primer síntoma de la indolencia más absoluta. Sólo sé, que en estos instantes previos al inicio de la jornada laboral, cuento con el serio convencimiento de combatir la mediocridad que me rodea y que intenta por todos los medios de anular la energía que me sustenta.




VIERNES, 7 DE DICIEMBRE DEL 2006

El pasado aguarda agazapado, refugiado tras un halo de nostalgia. Esta mañana, mientras desayunaba en una cafetería de mi barrio, me ha llamado la atención una persona acodada en la barra. Un cierto parecido físico suyo, junto con un determinado gesto de concentración en la lectura del periódico ha motivado que surja el recuerdo de mi padre. Todos los domingos a la tarde, y con el ruido de fondo de la radio emitiendo los resultados de los encuentros de fútbol de la jornada, se sentaba en su banqueta de la cocina mientras el resto de la familia devorábamos en el salón las emisiones vespertinas de la televisión. Mi padre acostumbraba desde hacía años a alternar su atención entre las emisiones radiofónicas y la lectura parsimoniosa de los titulares de la prensa. Cuando el hambre aguzaba mi estómago, me levantaba de un brinco del sofá para dirigirme hacia la cocina. Una vez que asomaba la cabeza por el marco de la puerta, asistía en directo a ese momento mágico para mis sentidos. Entonces, me sentaba frente a él con mi sempiterna merienda en la mano –exquisita tortilla de patatas especialidad de mi madre, y lonchas de jamón serrano cortadas por mi padre-, para observarlo con atención mientras leía la prensa dominical. A medida que pasaba las páginas, mi padre iba leyendo en voz baja y con no poco esfuerzo, cada titular del periódico, nunca el artículo entero, porque eso hubiera supuesto un gran trabajo para sus hábitos de lectura. Gracias a la concentración puesta en su lectura, podía observarlo mientras leía la prensa sin que él se percatara de mi atenta curiosidad. Siempre recordaré con nostalgia, que cuando presenciaba esta escena familiar, notaba como si una corriente eléctrica recorriera la espina dorsal de mi cuerpo; experimentaba tal hormigueo agradable, que esa sensación vivida con tanto amor ha conseguido permanecer en el tiempo, hasta hoy mismo, que la he recordado con cariño.



SÁBADO, 8 DE DICIEMBRE DEL 2.006
Tras la muerte inesperada de mi hermano percibo la vida de un modo diferente. Antes, no me daba cuenta de que vivía en un mundo sumergido en la indolencia. Ahora, soy consciente de esta opresiva realidad que me desborda: mi esperanza comienza a sentirse abrumada por una cotidianidad formada por gente manipulada bajo un Sistema Político y Económico que no le permite ninguna libertad, aunque presuma de vivir con la palabra democracia en su boca. Por todas partes me siento rodeado de personas adocenadas por los grandes y poderosos Medios de Comunicación, que sólo se ocupan de desinformar a las masas, manipulando la opinión pública con el fin de utilizarla en todos los ámbitos de la vida como un gran poder fáctico. Me desconcierta que el modelo a seguir esté representado por aquellos hombres y mujeres que forman esta sociedad maniquea a cambio de bienestar social y material, sin por supuesto tener en cuenta a aquellos habitantes cuyo único sustento son las migajas sobrantes de este mundo globalizado y egoísta. Y yo, me siento un hombre desorientado, que más le hubiera tenido en cuenta vaciar su mente de pensamientos, para no tener que cuestionarse nada y dejarse mecer en brazos de la indolencia general. Una cosa tengo clara: pensar es sufrir.






DOMINGO, 9 DE DICIEMBRE DEL 2.006


Estoy escribiendo concentrado dentro de una amplia y luminosa habitación. Las paredes, suelo y techo de la estancia, sorprenden por su decoración entrecruzada de múltiples colores, cuya visión caleidoscópica provoca una sensación de ingravidez en todos los objetos que se encuentran en su límite. Aferrado con fuerza entre mis dedos sostengo un fino pincel, con el que en vez de pintar formas y contornos, encadeno frases y más frases escritas en un papel de tez rugosa. Lo más curioso y llamativo del caso es que cada palabra que escribo en el papel, se transforma poco a poco, línea tras línea, en un vistoso cuadro en donde los diversos colores se armonizan unos con otros con singular maestría. De esta peculiar manera, cada palabra se disfraza bajo una pincelada de fino grosor y matiz diferente, que en conjunto va dando forma a una serie de figuras que representan aquello que quiero expresar por medio de la escritura.

En un primer instante, vivo esa experiencia francamente desconcertado; como cuando se quiere tomar la palabra en un momento determinado y no se puede emitir ningún sonido por mucho que uno se empeñe en desgañitarse a voz en grito. Más tarde, y a medida que voy cogiendo pericia y confianza con el dominio de esta nueva técnica de expresión ajena a mi creatividad, me voy encontrando a gusto dentro de esta singular experiencia que parece formar una burbuja protectora a mi alrededor. Al fin y al cabo, asumo ese sentido oculto, esa magia que provoca perplejidad en mi ser y que pone a prueba mi visión unívoca de persona adulta. De esta sencilla manera, el secreto deja de obsesionarme, para acabar arrastrado por la fascinación que nace de mis manos.

A pesar de que en todo momento soy testigo de que mis dedos son el instrumento con el que otra persona expresa su brillante e ingeniosa imaginación, sigo pintando -digo escribiendo-, emocionándome con aquello que nace de esa enigmática creatividad. Cuando por fin me paro a contemplar desde una cierta distancia aquello que sin explicación aparente se ha creado en el papel, me confieso desconcertado ante su visión: sufro al contemplarlo un fuerte sentimiento contradictorio de admiración e indignación. En ese momento de ofuscamiento y confusión, se me manifiesta la realidad en su forma más cruda, para mostrarme con excesiva vileza que nunca podré igualar semejante nivel creativo.



Este desconcertante sueño, aguarda agazapado en los callejones de mi mente, sorprendiéndome en la impunidad de la noche cuando menos lo espero. Lo siento materializarse, crecer y tomar forma, desplazarse a la velocidad de la luz cual rayo luminoso que sigue deslumbrando con su halo incandescente. Todos los vericuetos de mi mente, incluso los atajos menos transitados por las ideas, engordan y se ensanchan con el caldo espeso de su luz. Ante la evidente superioridad a la que me enfrento, es fácil dejarse someter por la indolencia, por la falta de confianza en uno mismo, y por la resignación nacida de la debilidad que en todo ser humano aflora, más tarde o más temprano. Pero, igual que en esos sueños de pesadilla en donde uno es perseguido por un ser terrorífico, deseo que esa experiencia se resuma en una carrera en cámara lenta, con la sombra amenazante pegada a un metro de la espalda; en un sudor frío que recorra toda la superficie de mi cuerpo, seguido de un ansiado despertar de segundo, pero nada más; porque el susto se ha de esfumar con los últimos vapores que envuelven al sueño. Como cualquier experiencia sufrida tantas veces en la soledad de la noche, tengo la esperanza de que todo este mal rato dure sólo un instante, que sea como cualquier otro mal sueño que muere al amanecer de la consciencia. No obstante, noto muy alterado el latido de mi corazón. Llegaría a explotar si no reaccionara a tiempo; estallaría en mil pedazos si no consiguiera guardar a buen recaudo mi creatividad; se angostaría de tristeza si no pudiera ser su propio demiurgo; se marchitaría para siempre si no fuera capaz de crear por medio de la literatura un universo propio, derrocando a ese Dios que lo somete según sus caprichos.

En los instantes finales del sueño, me veo sentado en el quicio de una casa en sombras, esperando a que todo este marasmo de incertidumbre se diluya como un azucarillo en una taza de café. Son momentos de extremada tensión, en donde todas las cosas que me rodean permanecen inquietantemente inmóviles, como esperando una decisión de un Ser Superior. ¡No puedo más! Lucho con todas mis fuerzas para que se rompa este sueño angustioso; tenso desesperado todos los músculos de mi cuerpo buscando la liberación; agoto mis fuerzas en un último esfuerzo acompañado de un grito que sale de lo más profundo de mi ser. ¡Ahhhhhh!

lunes, 11 de octubre de 2010

BARTLEBY EL ESCRIBIENTE


¿Quién me llevó hasta este libro? Todo empezó cuando leí un artículo de Vila-Matas en donde hablaba de su libro "Bartleby y compañía" y citaba el libro de Melville. Sí, el mismo autor que escribió "Moby-Dick", novela que se mueve en los grandes espacios que crea el mar, en este caso se refugió en las cuatro paredes de una oficina para mostrarnos la soledad de un hombre. He leído por encima la biografía de Melville y se ve que él también era un hombre solitario, que fue marinero y ejerció otros oficios antes de poder ser escritor. Vamos, que la vida no le trató muy bien. Por tanto, no me extraña que sus protagonistas sufran de ese mismo problema, que deriva en enfermedad, incluso en locura para ellos mismos y para las personas que los rodean. "Bartleby el escribiente" es un libro triste, pero conmovedor. Y como el mismo Bartleby diría, preferiría no hablar más de este libro, para dejar que otros lectores se acerquen a su manera a este personaje que no pasará nunca inadvertido gracias a su postura frente a la vida.

LOS CAMINOS PERDIDOS DE ÁFRICA


Tras mi viaje este verano por Etiopía y mientras hojeaba unos libros en una librería de mi ciudad, me encontré con este libro de Javier Reverte. Ya contaba en mi biblioteca con otros libros del autor, pero en éste el autor viaja por Etiopía, Sudán y Egipto. Siempre me ha gustado el estilo de Reverte cuando escribe sus libros de viajes. Se ve que el autor se documenta muchísimo antes de visitar un país, y que luego, cuando se trata de confeccionar el libro, todos esos datos se mezclan junto con la experiencia directa del viaje. Y todo está contado sin caer en vacías palabras, sin valerse de un estilo artificioso ni almibarado. Se crea por tanto una historia bien trenzada, que es la propia historia del país, con sus datos fidedignos, junto con las anécdotas (graciosas en muchos casos) y experiencias vividas en su propia carne por Javier Reverte después de haberse pateado el país. Creo que es un buen representante de esos escritores que nos hacen viajar por el mundo valiéndose de la literatura.

lunes, 27 de septiembre de 2010

FIN DE FIESTA


13/08/10


Último día que pasamos en Etiopía. Nos levantamos temprano, para ir a visitar antes de desayunar el mercado de pescado de Awasa. Cambio de planes. Una pareja de cordobeses que comparte cocinero con nosotros han madrugado más y nos comentan que no hay nada que ver, que a lo mejor más tarde. Desayunamos tranquilamente en el hotel y por fin nos vamos al mercado de pescado. Me esperaba otra cosa. Dos barcas llegaron hasta la orilla del lago, pero allí había más turistas que pescadores, y no hablemos de pescado, que parece que no era el día más apropiado para ejercer el oficio. Montamos en los todoterreno y nos vamos a los baños termales de Wondo Genet, a pocos kilómetros de Shasamene. Nos ponemos el bañador y “al agua patos”. Eso sí, con cuidado, porque en una de las piscinas el agua está tan caliente que te escaldas vivo. En este spa natural también hay unos chorros de agua caliente que nacen directamente de la montaña. Según nos cuenta Mati, el agua sale a esta temperatura porque es una zona de bastante actividad sísmica. Recién lavados y con los nervios bien templados partimos hacia Addis. Circulamos con la única novedad de la lluvia, que junto a la densidad de tráfico habitual hace que viajemos más lento de lo normal. El atasco se agrava en el momento que llegamos a la capital y provoca que las compras de última hora las tengamos que hacer deprisa y corriendo. Nuestros regalos son unos paquetes de café molido, cafeteras y varios pañuelos de una calidad inferior a la que esperábamos. Pero no hay tiempo para más, porque hay que ir hasta un restaurante turístico en donde nos ofrecen las típicas injeras amenizadas con bailes tradicionales de Etiopía como final de fiesta. Nos despedimos con tristeza de los conductores que nos han acompañado durante todo el trayecto (nos acordaremos sobre todo de Johny y de la canción de “la gasolina” que nos ponía a todo volumen) y de Mati, nuestro guía por las diferentes etnias del sur de Etiopía que hablaba un castellano con acento cubano aprendido cuando el gobierno comunista de Etiopía mandaba a muchos niños a estudiar a la isla. Más tarde nos tocará despedirnos de nuestros compañeros de viaje. Los cuatro eran de la misma cuadrilla de amigos, no obstante, desde el primer bautismo con ron los Mursis fuimos adoptados por los Karos y los Boranas (nosotros nos entendemos). Ya se sabe que donde beben cuatro, beben seis.

viernes, 24 de septiembre de 2010

AWASA


12/08/10


De Yabelo hasta Awasa hay 350 kilómetros por carretera perfectamente asfaltada. Esta vía de comunicación es la única que sirve de unión entre Etiopía y Kenia. Montados en nuestros vehículos admiramos el paisaje tan verde que se aprecia a ambos lados de la carretera. La pena es que esta vuelta hasta Addis nos está resultando muy pesada por la falta de alicientes a proponer por nuestro guía. Según él, no hay que cansar al turista con etapas excesivamente largas y que es preferible realizar paradas a modo de transición para descansar. No opino lo mismo, y creo que el resto de mis compañeros me darían la razón porque es una lástima malgastar un día entero de tus vacaciones en Etiopía sin hacer nada reseñable. Como ya nos quedan pocos días de estancia en este país, nos estamos desprendiendo de casi toda la ropa que hemos traído en nuestra maleta. Habiendo tanta necesidad siempre hay gente agradecida a la que ayudar, aunque sea modestamente. Después de las habituales paradas para tomar un café y comer, llegamos a Awasa, junto al lago del mismo nombre. Según circulamos por sus calles observamos que es una ciudad más ordenada y moderna que Addis. Una vez instalados en un cómodo hotel nos damos un paseo por el borde del lago. Se encuentra muy concurrido ya que es día de fiesta y el lugar de esparcimiento de los habitantes de esta ciudad. Para finalizar el día nuestro guía nos ha citado para cenar en un restaurante- pizzería de calidad. Vamos, que todo el santo día comiendo.

YABELO


11/08/10


Los acontecimientos que vivimos últimamente nos hacen sentir que a pesar de que este viaje no concluye hasta el catorce de este mes ya estamos dando los últimos pasos. Hoy hemos llegado a Yabelo y lo único que hemos hecho en toda la mañana es instalarnos en el hotel. Y como es la tónica de este viaje, las habitaciones cuenta con una serie de deficiencias que nuestro guía se afana en solucionar nada más que llegamos. Tras una injera vegetal regada de cervezas nos desplazamos sesenta kilómetros para ver cómo sacan agua de un pozo cuatro chavales haciendo una cada humana. Cruzamos miradas de incredulidad porque no esperábamos tal fiasco. Vuelta a la carretera hasta Yabelo parando en un poblado de la etnia Borana, en donde asistimos a otra ceremonia del café distinta a la de la etnia de los Dorze. Mientras una familia nos prepara el café dentro de su choza podemos asistir a un ritual de esta etnia que se remonta a cientos de años de vida nómada. Reconozco que aunque ha resultado breve, ha merecido la pena la visita, ya que nos hemos metido literalmente hasta la cocina de su casa, casi como si fuéramos unos visitantes más de la propia etnia.

Y fin de las actividades de hoy para nuestro guía. Bueno, menos mal que somo personas inquietas y no aceptamos días de transición. Aprovechando que todavía es pronto, nos hemos dado un paseo por la única calle del pueblo, hemos estirado las patas hasta la cima de un montículo para poder admirar las vistas del atardecer en Yabelo, y de paso, hemos saboreado la caña de azúcar que nos ha ofrecido un niño, que ya de noche, vuelve con el ganado que ha estado cuidando en el campo.

jueves, 23 de septiembre de 2010

KONSO


10/08/08


Nuestro viaje continua hasta Konso, en donde habita mayoritariamente la etnia del mismo nombre. Nos instalamos en un curioso hotel, por llamarlo de alguna manera, formado por chozas en vez de habitaciones. Por dentro cuentan con las mismas comodidades de cualquier hotel en los que hemos pernoctado en Etiopía. Y por fuera, estas chozas están rodeadas por un vergel de plantas y pequeñas huertas que realzan el entorno. Por la tarde visitamos un poblado Konso en las faldas de un cercano monte. Esta etnia, según nos comenta nuestro guía, destaca por ser los pioneros en Etiopía en la técnica del cultivo en bancales. Su vestimenta también es peculiar, ya que las mujeres utilizan para vestirse una falda con un vuelo en su parte superior que simula la estructura de sus casas y nos recuerda la forma de vestir de las mujeres del altiplano boliviano. Y hablando de sus casas, el conjunto de chozas, calles y plazas me recuerda a los vestigios de los castros que estamos acostumbrados a ver por nuestra tierra. Cuando ya estamos finalizando nuestro paseo por las estrechas calles del poblado nos cruzamos con un niño de muy corta edad, que animado por su madre y vecinos, nos monta en un instante un espectáculo de calle. Nos partimos de risa contemplando a este pequeño “Joselito” bailar con ese sentimiento que transmiten los artistas consagrados de la farándula.

Inspirados como estábamos, las chicas del grupo deciden montar un “teatrillo de calle” por las calles de Konso con el acostumbrado grupito de niños que nos pisan los talones pidiéndonos birrs y más birrs. En vez de monedas, los niños se llevan a sus casas un buen montón de risas gracias a la participación espontánea en los juegos y canciones que las chicas de nuestro grupo les proponen con las últimas luces del día.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

OMORATE


09/08/10


Hoy es nuestro último día en Turmi y nuestro destino nos lleva hasta Omorate, una población cercana a la frontera con Kenia y pegada al río Omo. Justo cuando llegamos a un puesto de control militar para poder transitar por esta región, nuestro guía nos dice que es necesario que presentemos el pasaporte. Como no nos había avisado con antelación dos personas del grupo no lo llevan consigo, con lo que Mati tiene que pagar un pequeño soborno por su metedura de pata. Ya en Omorate cruzamos el río Omo en unas embarcaciones muy rudimentarias. Son unos troncos vaciados y estrechos no recomendados para personas obesas, ya que hay que viajar sentado debido a su inestabilidad. En la otra orilla nos espera un poblado de la etnia Dassanech que son seminómadas como podemos comprobar enseguida. Las míseras chozas donde viven esta gente están hechas a retales con el fin de posibilitar su traslado lo más cómodamente posible. Desde que estamos en esta región nos ha llamado la atención los objetos con los que se decoran los nativos, pero lo de esta etnia resulta más llamativo si cabe, porque se adornan la cabeza con un montón de chapas de botellas unidas por una cuerda. Volvemos a cruzar el río Omo conducidos percha en mano por “gondoleros” etíopes. Primero, remontan el río por la orilla ayudándose con la percha gracias a que la corriente es menor, para luego dejarse llevar por la misma hasta la otra orilla del río.

De vuelta al camping nuestro guía nos propone una visita al mercado de Turmi por la tarde. Después de comer, con un calor de justicia y abandonados a nuestra suerte por Mati, que aprovecha cualquier ocasión para escabullirse y ponernos en manos de un guía local, recorremos sin ganas el pequeño mercado de Turmi. La visita es corta y la desidia comienza a imponerse en el ambiente del grupo. Regresamos al camping para tomarnos el resto de la tarde libre. Mientras leemos el número especial de la revista Altair sobre Etiopía, uno de los niños que están trabajando en el bar se pone a curiosear las fotos y descubre que en una de ellas aparece un primo suyo. ¡El mundo es un pañuelo!

lunes, 20 de septiembre de 2010

LOS KAROS Y LOS HAMMER


08/08/10


Nos hemos levantado temprano porque tenemos que visitar un lejano poblado de la etnia Karo. El viaje hasta ese recóndito lugar junto al río Omo dura más de dos horas por pistas en bastante mal estado. Me figuro que en la época de lluvias estos caminos se volverán intransitables hasta para los todoterrenos. Cuando llegamos al poblado nos espera una comitiva de recepción bastante llamativa. Un grupo de hombres con sus cuerpos pintados y kalasnikov en mano, posan para nosotros con el fondo de un meandro del río Omo. ¡Coño, si es la misma foto que aparece en la revista altair! Está claro que si queremos sacar una foto con tales modelos habrá que pagar los birr correspondientes. Damos nuestros primeros pasos por las chozas del poblado seguidos, cómo no, por un grupo de niños que nos reclaman una foto, pero eso sí, sin la brusquedad de los Mursis. Hace calor, mucho calor en esta región de Etiopía, con lo que tras la visita a las chozas del poblado buscamos la sombra que nos proporciona el techado de lo que parece ser el lugar de reunión del pueblo.

A la tarde asistimos a una boda de la etnia Hammer con su trandicional “salto de las vacas” por parte del novio. El ritual comienza horas antes, cuando las mujeres que forman parte de la familia del novio son azotadas en la espalda mediante varazos. Desde nuestro punto de vista resulta bastante injustificado, pero el significado de este antiguo ritual no es otro que hacerle ver al novio que son tan fuertes que pueden sobrevivir sin el hombretón de la familia. La ceremonia continua con los bailes y saltos en círculo por parte de las mujeres Hammer, que con sus movimientos hacen sonar los cascabeles que llevan en sus piernas, mientras otras hacen sonar unos cuernos de vaca para dar mayor fuerza simbólica a esta parte del ritual. Y para finalizar, los hombres agrupan a un rebaño de vacas y disponen en fila a diez de las elegidas. Una vez que están bien sujetas las reses sólo falta que el novio, totalmente en “pelotillas”, salte sin caerse seis veces por encima de sus lomos. Si lo logra, hay boda. Al principio, cuando nuestro guía nos propuso si queríamos asistir a una boda que nos costaba 200 birr por persona, pensamos que era una “turistada”. Y sí, no parece que sea casual que justo en agosto haya bodas hammer todos los días, pero también hay que decir que no hay que perderse este ancestral ritual de “sangre, sudor y polvo”.

viernes, 17 de septiembre de 2010

TURMI Y EL MERCADO DE DIMEKA


07/08/10


De bache en bache, iniciamos la marcha hacia Turmi. En esta parte del país se hace imprescindible contar con un todoterreno porque hace ya tiempo que hemos dejado de transitar por carreteras asfaltadas. A mitad de camino paramos en el mercado de Dimeka, en donde los Hammer, que es la etnia mayoritaria de esta zona, mercadean unos con otros. Desde un primer momento nos llama la atención la arcilla que cubre sus cabellos trenzados, la grasa que embadurna sus cuerpos fibrosos, y el polvo del camino flotando en el paisaje y que forma otra capa sobre la piel de los hammer. Toda esa mezcla deja un fuerte olor en el ambiente asociada a la cultura primitiva y ancestral de esta etnia. El sur de Etiopía es una tierra de fuertes contrastes. Como el que se puede vivir comiendo en una fonda de Dimeka junto a unas mujeres Hammer. Nosotros vestimos con la indumentaria típica del “coronel tapioca”, y ellas visten con sus tradicionales pieles de cabra y calzan sandalias fabricadas con neumáticos de coches. Una vez que llegamos a Turmi nos instalamos en uno de los campings con que cuenta esta localidad. Y como hace bastante calor y las tiendas de campaña ya están montadas, nos aposentamos en lo que sería el bar del camping (léase un niño al lado de un arcón frigorífico que funciona mediante un generador) para bebernos las cervezas más “cold, very cold” que nos permite la laboriosidad de esta gente.

jueves, 16 de septiembre de 2010

JINKA Y LOS MURSIS



06/08/10


Hoy está programada una visita a un poblado de la etnia Mursi en el parque nacional de Mago. Atravesamos un paisaje verde, con una pista tortuosa que no me la quiero imaginar con barro en un día lluvioso. En el trayecto podemos ver la pequeña fauna que pulula por la carretera. Desde dick-dicks, pequeños antílopes africanos, hasta gallinas de guinea con sus polluelos picoteando a su vera. Cuando llegamos al poblado los mursis ya están preparados para posar ante nuestras cámaras. ¡Business is business! Transitar por el pequeño poblado se vuelve tarea difícil ante los continuos requerimientos de los mursis para que les saquemos una foto. Al trato son bastante pesados y en ciertas ocasiones sus maneras resultan desagradables. Me figuro que es el peaje que hay que pagar por ser turista en estas tierras. Una anécdota: en uno de esos acosos con que nos somete una mursi, Elena le señala el anillo que lleva puesto, y ella no tarda en ofrecérselo por un birr. Como a Elena no le cabe en su dedo, le señala el otro que lleva puesto. Ni corta, ni perezosa, la señora mursi que lleva el plato labial que les caracteriza y que es sinónimo de belleza para su etnia, se escupe en el dedo porque es incapaz de sacárselo. Ante esa visión para los negocios de la mursi, Elena prefiere el anillo que le ofreció en un primer momento, que total que para que necesita dos.

Después de comer visitamos el mercado de Jinka y su museo etnográfico. Y un poco más tarde estiramos las piernas dándonos un paseo por un poblado de la etnia Ari situado en pleno monte. Durante el recorrido conocemos a un niño que hace las funciones de guía mejor que nadie. A la vez que nos conduce por la senda adecuada, nos impresiona con su inteligencia y simpatía. Vamos, que el niño se ha ganado un libro de gramática inglesa que necesita para sus estudios. Se lo compramos en Jinka, en una típica tienda de pueblo que vende de todo. El emocionado chaval nos quiere llevar hasta su escuela, y cómo no, allí nos dirigimos con todos los niños que se van pegando a nuestra estela. Inmortalizamos el momento con una foto de grupo en la puerta de la escuela. Con Degu, el niño con el que hemos simpatizado tanto, Elena y yo nos despedimos aparte, dándole camisetas, bolígrafos y apuntando su correo electrónico para que podamos mandarle las fotos que nos hemos hecho juntos.

MERCADO DE KEYAFER



05/08/10


Hoy toca adentrarse un poco más en el sur de Etiopía. Nuestro destino es la población de Jinka, pero antes tenemos que pasar por Konso y luego hacer otra parada en el mercado de Keyafer. El trayecto es largo, como todos los que tenemos que hacer en este viaje, por lo que llegamos al mercado a la tarde cuando la mayoría de las etnias han desmontado sus puestos. El guía local nos informa que en este mercado se concentran las siguientes etnias: Benna, Temay, Konso y Ari. Ya en nuestro paseo por los puestos nos damos cuenta de la vistosidad de los productos que se exponen y de la variedad de los atuendos que distinguen a cada etnia. Algunas mujeres llegan a adornarse la cabeza con tapones de bolígrafo bic, y otras, se embellecen con correas de reloj a modo de colgantes. Eso sí, cuidadito con las fotos, que aquí es un producto más a la venta que se negocia personalmente con el retratado. Nos despedimos del mercado de Keyafer y en un par de horas llegamos a Jinka. El hotel en esta localidad sufre de las mismas carencias que ya empezamos a considerar normales, como los problemas con las cisternas que funcionan cuando quieren, el agua en las duchas que nunca es caliente o la falta de mosquiteras en las habitaciones. Como se nos ha hecho casi de noche, decidimos quedarnos en la terraza del hotel tomando unas cuantas cervezas antes de cenar. Y la noche se alarga un poco, con cánticos que todos entonamos, acompañados de una botella de vodka que sustituye a la ya finalizada de ron.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

LAGO CHAMO Y DORZE



Un buen zumo de mango para desayunar es un buen comienzo para cualquier “esforzado” viajero. Mati nos recoge en nuestro hotel de “lujo”, ya que tanto él como los conductores duermen siempre en uno más económico, para ir en dirección al lago Chamo. Embarcamos con la idea de avistar cocodrilos e hipopótamos y hay que reconocer que los pudimos ver bien de cerca. De vuelta, comimos una injera, plato típico de este país que se come a todas horas. Como hoy es miércoles la injera es vegetal, ya que en Etiopía hay una mayoría de población cristiana copta que guarda cuaresma los miércoles y los viernes. Por la tarde, ascendemos por una pista de tierra hasta Dorze para visitar a esa etnia. Nada más atravesar una empalizada de troncos de bambú entrelazados, podemos observar las casas con forma de elefante característica de esta etnia. Parece ser que hace tiempo vivían elefantes por esta zona. Agradecemos que la visita esté organizada de tal forma que parece que visitamos un museo etnográfico en vivo. Como todo está incluido en el precio que paga nuestro guía, no hay nadie pidiéndonos dinero alrededor nuestro, ni nadie que se moleste si decidimos sacar una foto. En Dorze asistimos a la ceremonia del café, que según nos cuenta Mati, consiste en servir a los invitados hasta tres tazas cada vez más aguachinadas, antes de despacharlos a sus casas. A nosotros, una joven nos tuesta los granos de café, que luego muele para servirnos unas tazas de café humeante recién preparado. En otra parte del poblado, otra señora teje en un telar las vistosas telas que luego venden en un puesto. Y más allá, otra joven nos enseña como aprovechan las hojas del plátano para extraer una masa tipo torta que luego constituye con los vegetales la base de su alimentación. También nos muestra cómo los filamentos de esas hojas se convierten en resistentes cuerdas una vez que son raspadas hasta reducirlas a su mínima expresión. Ya en el viaje de vuelta a Arba Minch volvemos a ver a la misma gente por la carretera, o lo que es lo mismo, mujeres y niños acarreando fardos de leña o todo tipo de bultos que encorvan sus cuerpos por culpa del peso. Y esa labor es el día a día para ellos.

ARBA MINCH VIA SHASHEMENE


03/08/10


Os cuento otra peculiaridad de Etiopía. Suele pasar, que muy de mañana, suene por megafonía y a todo volumen la misa que se celebra en una cercana iglesia. Por experiencia en anteriores países musulmanes creíamos que se trataría de una mezquita, pero no, aunque en este país conviven en aparente armonía la religión musulmana con la cristina copta, el guirigay de cánticos y rezos provenía de una misa cristiana. ¡Qué bonito despertar! Para colmo, nos toca una larga jornada de viaje hasta llegar a Arba Minch, con una parada intermedia para estirar las piernas en Sashemene, ciudad emblemática del movimiento rastafari (ver vídeo para ambientarse). Sentados cómodamente en nuestro todoterreno asistimos al espectáculo callejero que los niños montan a nuestro paso. ¡Todo vale para sacar dinero, caramelos o ropa! Desde los que bailan de forma desaforada para llamar la atención, hasta los que hacen el pino o se suben a unos zancos para ejercer de equilibristas. Así nos entretenemos mientras vamos salvando baches por carreteras que pasan a ser pistas de tierra cuando menos te lo esperas. Una vez instalados en el hotel de Arba Minch, básico como la mayoría de los hoteles en donde nos alojamos, nos damos un paseo por el pueblo. Calle arriba, calle abajo, nos mezclamos con la gente que nos mira con curiosidad, que nos pide dinero (¡one birr, one birr!) y así alguna afortunada mendiga se lleva una buena limosna por la cara de agradecimiento que nos obsequia. Por lo que se ve, todavía no estamos familiarizados con el valor del dinero etíope. Sediento, decidimos tomarnos una cerveza en una terraza cercana al hotel, en donde asistimos en directo al primer apagón del viaje, ya que en este país la red eléctrica es bastante deficitaria.


viernes, 10 de septiembre de 2010

POR EL LAGO LANGANO


02/08/10


Salimos temprano en dirección al Lago Langano. Son 150 kilómetros de carretera transitable pero tan abarrotada de todo tipo de vehículos, animales, carros y personas, que completar todo el trayecto nos lleva tres horas. Una de las peculiaridades de este país es el uso del claxon. Se necesita constantemente para adelantar a otros vehículos aunque sea en un tramo de línea continua, espantar a los animales que transitan en mitad de la carretera, avisar a las personas que cruzan la calle cuando menos te lo esperas, y para esquivar a base de pitidos a los carros cargados hasta arriba y tirados por burros que no saben de normas de tráfico. A mitad de camino hemos parado en un bar frente al lago Debre Zeit para tomar un café. Así lo conocemos. Siguiente parada: a comer nuestra ración de pescado al grill cerca del lago Ziway, en donde contemplamos una gran bandada de marabús junto a otras aves acuáticas. Y ya por la tarde, llegamos hasta los bungalows situados frente al lago Langano en donde vamos a pernoctar esta noche. Son sencillos, con su mosquitera y poco más, pero ya sabíamos a lo que íbamos cuando nos embarcábamos en este viaje por Etiopía. Las aguas del lago Langano son de un color marrón fruto de las lluvias recientes, que se torna rosado al atardecer, justo cuando unos cuantos decidimos darnos un chapuzón en sus aguas antes de cenar. Para dar por finalizado el día montamos nuestro “botellón” particular junto al lago Langano.

jueves, 9 de septiembre de 2010

PRIMEROS DÍAS EN ETIOPÍA


31/07/10


Volamos rumbo a Addis-Abbeba. Tras una noche de copas por Madrid, con amigos de amigos, hemos salido de la “capi” esta mañana con una media hora de retraso. El viaje es largo ya que tenemos que hacer una escala en Estambul antes de llegar a Etiopía. Y como todo viaje en avión, matamos el tedio jugando a comiditas con las bandejitas que nos ofrecen las azafatas, y dormitando junto al resto del pasaje en un continuo duermevela. Tras cuatro horas de vuelo tomamos tierra en Turquía. Vuelta a despertarse, a situarse en el mundo pese a las legañas que cubren nuestros ojos. Menos mal que a esas horas de la madrugada no tenemos que correr ninguna carrera de obstáculos por el aeropuerto de Estambul y podemos realizar el enlace a su debido tiempo. En nuestro avión viaja más gente española, pero todavía no hemos identificado a nuestros futuros compañeros de grupo. Hemos preguntado a unos pocos, pero nos dicen que viajan con otras agencias, con lo que se mantiene el suspense hasta llegar a nuestro destino final. Tras la escala me toca el asiento junto a la ventana. Mientras el avión va descendiendo poco a poco en dirección Addis-Abbeba, puedo ver como el cielo se va iluminando de forma intermitente gracias a los relámpagos que nos anuncian un tiempo tormentoso. Una vez que aterrizamos, los viajeros nos vemos sometidos a las continuas colas que hay que hacer para tramitar el visado, cambiar moneda, etc, etc. Hasta que por fin, y después de “hacerme el loco” en otra cola para que no me revisaran la maleta, llegamos hasta donde nos estaban esperando nuestros compañeros de grupo junto al guía de nuestro viaje. Tras la presentación nos dirigimos en furgoneta hacia el hotel Ghion, para descansar de este fatigoso viaje.


01/08/10


Tomamos el desayuno a las nueve de la mañana. A todos nos sorprende ver la cantidad de personal de que dispone el hotel para servirnos el desayuno. Se nota que la mano de obra es barata en este país. Mati, nuestro guía, nos espera puntualmente en la recepción del hotel para darnos las primeras instrucciones. Nuestra primera ronda de visitas por la capital se inicia en el Museo Nacional de Etiopía. Bueno, antes de visitarlo toca comer, porque ya son más de las doce de la mañana y aprovechamos el restaurante del museo para comer, y comer y comer. Cuando nos disponíamos a entrar al museo sufrimos un ataque por sorpresa de unas hormigas que pusieron a prueba sus mandíbulas mordiéndonos en brazos y piernas. Intentando todavía deshacernos de los bichos, visitamos el museo etnográfico en donde se conserva una réplica de los huesos de “Lucy” y “Selam”, unas parientes muy lejanas de todos nosotros. Ya por la tarde montamos en la furgoneta de la agencia, para subir hasta un mirador a tres mil metros en los extraradios de la capital. Desde esas alturas podemos ver las vistas de Addis-Abbeba enmarcadas en un paisaje verde, como el de Asturias (¡cuántas veces lo repetiremos durante este viaje!). Volvemos a bajar hasta la capital para callejear por sus calles, eso sí, montados cómodamente en furgoneta. Como es domingo no podemos visitar el mercado, que es lo más atractivo de Addis-Abbeba, pero nos podemos hacer una idea de la vida que respira por sus pobladas calles. Una vez cumplidas sus obligaciones, Mati nos cita para la hora de la cena, no sin antes proponernos que demos por nuestra cuenta un paseo por los alrededores del hotel. En los jardines que lo rodean numerosas parejas recién casadas posan para los fotógrafos. Hay bodas cristianas y bodas musulmanas, con sus padrinos y madrinas perfectamente conjuntados. Para nosotros resulta curioso, muy curioso esta mezcolanza de credos en completa armonía celebrando un día de común alegría. Ya por la noche, y de la mano nuevamente de Mati, cenamos en un céntrico restaurante un pescado denominado tilapia procedente de los numerosos lagos que se encuentran en Etiopía. De vuelta al hotel, sesión de chupitos de ron con nuestros compañeros de viaje que sirven para reafirmar nuestra reciente amistad.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

CORRECCIÓN


Había leído anteriormente algunos comentarios sobre el autor de esta novela, Thomas Bernhard, y en todas las reseñas salía bien parado este escritor. Forma parte de aquellos escritores que la crítica literario califica "serios o de culto". Reconozco que leer a Thomas Bernhard no ha sido nada fácil y que en determinados momentos he sentido la necesidad de dejar de leer el libro. El autor tiene un estilo que no busca la complacencia del lector, al contrario, la lectura de esta obra (creo que se puede hablar de la totalidad de su obra de la misma manera) resulta un trabajo dificultoso para el lector. Pero como todo esfuerzo tiene su recompensa, desde el momento que se le coge el tranquillo a su estilo, se descubren verdaderos tesoros que dejan su impronta en el sufrido lector. Se podría decir, que el señor Bernhard vive en un mundo propio que ha modelado a su antojo, le pese a quien le pese, y por tanto, aquellas personas que buscan una lectura fácil y llena de escenas tópicas y mundos trillados, se verán expulsados rápidamente del paraíso de Thomas Bernhard. Pongo unos ejemplos entresacados de las páginas de este libro a modo de resumen: "Venimos a un mundo que se nos da, pero que no ha sido preparado para nosotros, y tenemos que enfrentarnos con ese mundo, si no nos enfrentamos con ese mundo, perecemos". "Un mundo de acuerdo con nuestras ideas, y una y otra y otra vez intentar cambiar ese mundo de acuerdo con nuestras ideas, primero en segundo plano, de forma poco aparente, pero luego con toda la fuerza y de una forma totalmente clara, de modo que, al cabo de cierto tiempo, podamos decir que vivimos en nuestro mundo, no en el que se nos ha dado". "De forma que finalmente, al término de nuestra vida, podamos decir que, por lo menos durante cierto tiempo, hemos vivido en nuestro mundo y no en un mundo que nos dieron nuestros padres".

domingo, 29 de agosto de 2010

ETIOPÍA


Se acaba agosto y con él mis vacaciones de verano. Este año no me puedo quejar porque he podido realizar dos viajes por Africa, a Níger en Semana Santa y a Etiopía en agosto, y en ambos mis expectativas se han cumplido plenamente. En este blog ya tuve la ocasión de escribir un pequeño diario del viaje a Níger, y a partir de ahora, y en cuanto retome de nuevo el hábito de escribir, os contaré la experiencia que he vivido en Etiopía. A modo de anticipo os adjunto una foto de este maravilloso país que como todos los demás países Africanos destaca por la vida que se respira en sus calles. La mirada del viajero queda desbordada ante el continuo tránsito de personas, animales, carros y coches circulando al mismo tiempo por el ancho de la carretera en un "caos controlado", que provoca que te cuestiones todas las leyes de tráfico que rigen a diario en el "primer mundo".

martes, 27 de julio de 2010

TIEMPO DE VIDA


Hacía tiempo que no leía un libro autobiográfico tan extraño. Es un trabajo que destaca, sobre todo, por su sinceridad a la hora de narrar la relación del autor con su propio padre, el pintor Juan Giralt. Me figuro que el autor se ha tenido que enfrentar constantemente con el pudor de tener que hablar de cuestiones tan personales, que a nadie ajeno a la familia le importan, salvo que pretendas ensalzar la figura de tu padre. Él se refiere varias veces a que es necesario coger distancia y sobrevolar por encima para distinguir lo que se debe y lo que no se debe contar, ya que es fácil dejarse llevar por las emociones y caer en la cursilería. Y para mí, ese es el punto fuerte de este libro, ya que todo está contado con sinceridad y cariño, pero sin caer en los aspectos más socorridos del melodrama. A lo largo del libro se cuentan muchas miserias, unas propias de la grave enfermedad que sufrió su padre por culpa de un cancer que le llevó a la muerte, y otras, que se refieren a la relación padre-hijo hasta el fatal desenlace de la enfermedad. Desde las desavenencias y continuos altibajos propios de toda relación familiar, hasta la entrega total por parte del hijo durante la grave enfermedad de su padre, dejando al margen todos los rencores anteriores. “Tiempo de vida”, es un libro que describe el paso del tiempo, con sus continuas referencias a fechas y lugares que pintan un paisaje de luces y sombras, pero que en todo momento nos advierte de la suerte de estar vivos, de poder luchar por aquello que nos llena de gozo. Me quedo como resumen del libro, con una frase del padre de Marcos Giralt anotada en su diario: “pintar es crear algo en donde antes no había nada”.

lunes, 19 de julio de 2010

SI TÚ ME DICES VEN




¡Queridos oyentes, son las dos de la tarde; luce un sol radiante y las previsiones del tiempo nos auguran un fin de semana con altas temperaturas. Acabo de recibir la llamada de un oyente del programa solicitando un bolero muy conocido por todos los aficionados a este género de música. Sé que os gustará este tema que tiene como título “Si tú me dices ven” ¡Ah, por cierto; esta entrañable canción está dedicada con amor a Clara, de su inseparable Juan!
En una ciudad de provincias, un hombre cualquiera se asoma desde el marco de su ventana a un patio de vecinos. La vida se manifiesta en cada hueco de la casa, amplificándose en este espacio estrecho de intimidad compartida, gracias al continuo fluir de voces, músicas y tareas hogareñas:
- ¡Mamá, baja la radio un poco, que no me dejas estudiar!
- ¡Joder, que la niña tiene razón; ni que estuvieras sorda!
...Si tú me dices ven, lo dejo todo...!”
Nuestro hombre vuelve su mirada al fondo de la habitación al verse sorprendido por una llamada de teléfono. Mira el auricular, pero no hace ningún gesto por descolgarlo ya que reconoce el número pregrabado de un amigo. Al sexto tono salta un contestador con su mensaje de bienvenida. Una voz masculina se escucha tras el pitido: “¡Hola Juanito. Acaban de dar las dos de la tarde y aquí estoy, plantado, sin saber dónde cojones estás! ¿No se te habrá olvidado la cita que teníamos para jugar un partido de bádminton? Bueno..., como máximo te espero un cuarto de hora más. Agur”. De nuevo, sólo se oyen los sonidos del exterior, pero en Juan se aprecia un cierto nerviosismo. “¡Manolo, déjame ahora, que espero otra llamada! ¡Olvídate del puto partido de bádminton, que no estoy para juegos! ¡Joder, Manolo! Siempre tan dispuesto a tomarte todo a la ligera; como si las cosas fueran tan sencillas. Nunca le he conocido una preocupación que le angustiara más de dos horas. ¡Qué felicidad! ¡Además, fuiste tú quien me presentó a Clara! Todavía me acuerdo de la cara de pícaro que se te puso cuando nos quedamos mirándonos como lelos tras los besos de presentación. Intuías que había chispa, y acertaste. Fue un flechazo en toda regla. A mi modo de ver todo se desarrolló muy rápido, pero no lo lamento, porque desde el primer instante supe que ella era mi chica. Me acuerdo cuando por primera vez subí con Clara a este piso. No paraba de mirar en todas las direcciones; que si este sofá es muy coqueto; que si es un piso pequeño pero muy bien distribuido; que si la cama de tamaño familiar será por algo... ¡Todo fue rapidísimo! Por asuntos de trabajo pasamos varios días sin vernos aunque no dejamos de telefonearnos. Quedamos en el cine la segunda vez que nos citamos. Era una americanada de las que tanto le gustan a ella. No recuerdo el título de la película..., pero sí el pelo alborotado de Clara, su vestido hippy (que le sentaba de maravilla) y el tacto de su piel cuando nos cogimos de la mano, como si fuéramos dos colegiales. Otra vez, todo fue maravilloso. De vuelta a mi casa, ella ya no se fijó en ningún detalle referente a la decoración del piso. ¡Todo fue rapidísimo! Y la tercera cita..., ¡joder, si quedamos en que hoy a la mañana me llamaría! ¡Y ya son las dos y cuarto de la tarde!”.
El meditabundo Juan se había sentado en el sofá. Alterado nuevamente por los gritos que se oían desde el patio, miró de nuevo el reloj con un gesto de fastidio y se repitió así mismo en voz alta, como para darse ánimos: “¡Juan, hay que ser más fuerte con las mujeres; no des tu brazo a torcer a las primeras de cambio! ¡Joder! Ya sé que en estos momentos es difícil pensar, pero cuanta razón tiene Manolo cuando dice que el amor levanta altares que la pasión desmedida desmorona.
Acto seguido, Juan se levanta de nuevo en dirección a la ventana e intenta relajarse observando el quehacer rutinario de su vecindario. Espía a sus vecinos mientras tienden la ropa en el colgador aprovechando la bonanza del tiempo; escucha sin disimulo a una joven pareja que mantiene una conversación airada sobre un tema que a él le parece banal, y observa desperezarse en la ventana de su dormitorio a la inquilina de enfrente, vestida con un pijama rosa palo. “Creo recordar que Clara me propuso ir esta noche al teatro. De todas formas, me gustaría invitarla a cenar en casa. No soy mal cocinero y seguro que le sorprendería la idea. Todavía no hemos comido uno enfrente del otro, hablando de lo divino y de lo humano. A ver, tengo lechuga y tomates para la ensalada, y en el congelador guardo unos solomillos muy ricos; pero me falta el vino, tengo que bajar a la tienda en un momento y comprar una botella, o dos”.
El reloj sigue delatando el paso del tiempo; ya son las cuatro de la tarde y la ansiada llamada no se produce. “¡Seré tonto! ¿Y si me he equivocado y hubiéramos quedado en que era yo quién llamaba? ¡Lo más seguro es que Clara esté esperando mi aviso impacientemente, mientras yo intento hacerme el hombre interesante y dominador de la situación! ¡Joder; espero que no sea tarde para rectificar! Lo primero..., será pedirle perdón y excusarme con la visita inesperada de algún amigo pelmazo. Para el caso sirve Manolo, ¡cómo no! ¡Ya sé que es una disculpa vulgar; pero cualquier apaño es bueno para salir del paso! De todas formas, una vez que pase el tiempo, ambos nos reiremos de esta anécdota graciosa. ¡El amor es así de loco!”.
Juan marca el número de teléfono de Clara. Gracias a esta decisión se siente más aliviado y cargado de razones. Los tonos se suceden y Juan los cuenta en voz alta alargando la entonación hasta el comienzo del siguiente tono: “cuatro..., cinco..., seis...,” Cuando llega a doce, el teléfono rechaza su llamada con un pitido intermitente y desconsolador. “¡Joder, qué tonto soy! Clara ha salido de casa, seguramente harta y aburrida de esperarme”.
Apesadumbrado, se deja caer en el sofá. Al momento le embarga una sensación de frío que recorre todos sus miembros. Agacha la cabeza y sus manos temblorosas corren raudas hacia sus mejillas. Dos lágrimas descienden de sus ojos, fijados en la distancia, en algún punto inconcreto de la habitación. El recuerdo de su amor por Clara le provoca esta cascada emocional de manera irremediable.
Juan está tan ensimismado que no se ha dado cuenta de que el teléfono está sonando de forma insistente. Atolondrado, da dos pasos en dirección al aparato, que casi se le resbala de las manos:
-¡Sí,dígame!
- ¡Hola Juan, soy Manolo! ¡Joder tío, desde que eres escritor no se te ve el pelo! Recuerdo que la última vez que nos tomamos juntos una cerveza fue hace un mes, y los amigos de la cuadrilla están un poco mosqueados con tu retiro creativo. A propósito, ¿has escrito algo interesante sobre esa historia que me describiste? ¡Sí; de un sueño que te dejó marcado hace ya tiempo! ¡Joder, tío! ¿No te acuerdas? El sueño era de una tía llamada Clara, de la que te enamorabas perdidamente nada más conocerla...; y todo era muy bonito...; y como dice el cuento, fuisteis felices y comisteis perdices. ¡Oye, por cierto!, A ver si de una puta vez, dejas la fantasía a un lado y te vemos el pelo más a menudo, que de un tiempo a esta parte todo el mundo te busca novia, más si cabe, desde que eres un afamado escritor...