sábado, 8 de junio de 2013

LA HORA VIOLETA DE SERGIO DEL MOLINO





Cierto es que me enfrentaba a este libro con aprensión. Tengo miedo a esa clase de lecturas que te dejan una gran tristeza en el alma. Es obvio que no me refiero en este asunto a la calidad literaria. Sigo al autor en su blog desde hace tiempo y leo sus entradas con interés. Pero las referencias que había leído de La hora violeta me indicaban que el tema del libro no podía ser más triste: la muerte prematura de su hijo por culpa del cáncer. No obstante, un día que pasaba por la biblioteca me encontré en la mesa de novedades con este libro, y llevado por mis contradicciones me dejé ir por el impulso del momento. Ya en casa me embarqué en su lectura. Y a pesar de la aparente marejada (nunca hay que fiarse de las circunstancias), me sumergí hasta los espacios abisales de su escritura. Conclusión: el autor me ha hecho llorar en ciertos pasajes de su libro:

"He domesticado la pena, pero su intensidad es idéntica a la del día de su muerte. Simplemente, me he acostumbrado a ella. La pena y yo hemos firmado un acuerdo de convivencia. No la anularé con trucos de psicología barata y ella me dejará vivir".

pero también he encontrado momentos de brillante ironía y contundencia verbal en otros tantos:

"Si el homo no es faber no es nada. Si el pulgar oponible nos hizo humanos fue para trabajar, no para masturbarnos mejor. Podríamos hacernos pajas sin pulgar oponible, pero no podríamos construir catedrales. Y por mucho que nos joda, nuestra naturaleza está más cómoda cuando construye catedrales que cuando se masturba. Es lo mismo que descubrieron los poetas y los filosofos. Nos importa el camino, no la meta. Porque vivir es caminar sin llegar a ninguna parte. Una paja es un destino, pero no estamos hechos para estancarnos en un sitio. Somos nómadas, nuestro carácter es errante..."

Otra conclusión: el autor no trata de escribir un libro en busca de la lágrima fácil, buscando una complicidad emocional al nivel de una telenovela. No; en La hora violeta el autor nos relata un gran drama personal que ha trascendido en forma de libro, porque el mayor homenaje que Sergio del Molino padre puede hacer por su hijo Pablo es aquello que mejor sabe hacer en este mundo: escribir un libro. 
Ahora que releo lo escrito, me estaba haciendo la pregunta sobre sí merece la pena contar este drama en un libro, y no había tenido en cuenta, que este tipo de preguntas sobran porque siempre depende del punto de vista. A Sergio del Molino le ha servido como ejercicio de salud mental:

"Lo urgente es también este libro. Con su escritura esquivo lo importante. Encaro las palabras, y mientras resuelvo problemas de estilo, depuro el lenguaje y estructuro sus páginas, evito ser tragado por lo importante. Cuidar de los detalles literarios es mi forma de asirme al mástil y mantenerme al mando de la nave. De otro modo, me perderían las sirenas o me cegaría la contemplación del brillante y amorfo espanto que me rodea y me atraviesa".

 Y a mí, para encontrar a un autor del que espero una gran novela de ficción:

"Me gusta el verbo crecer, mucho más que criarse. Criarse en un sitio confiere aspecto de teta al lugar. Un caserío grande y pródigo del que mamas acurrucado y caliente, pasivo y prisionero. En cambio, crecer se ajusta mejor a la realidad. Tu te agrandas y el espacio se empequeñece. Desbordas tu pueblo con tu propio crecimiento. Porque si no lo desbordas, él te ahoga a tí. Es una cuestión de supervivencia. O tu pueblo o tú. Los dos no pueden existir al mismo tiempo".