jueves, 16 de septiembre de 2010

JINKA Y LOS MURSIS



06/08/10


Hoy está programada una visita a un poblado de la etnia Mursi en el parque nacional de Mago. Atravesamos un paisaje verde, con una pista tortuosa que no me la quiero imaginar con barro en un día lluvioso. En el trayecto podemos ver la pequeña fauna que pulula por la carretera. Desde dick-dicks, pequeños antílopes africanos, hasta gallinas de guinea con sus polluelos picoteando a su vera. Cuando llegamos al poblado los mursis ya están preparados para posar ante nuestras cámaras. ¡Business is business! Transitar por el pequeño poblado se vuelve tarea difícil ante los continuos requerimientos de los mursis para que les saquemos una foto. Al trato son bastante pesados y en ciertas ocasiones sus maneras resultan desagradables. Me figuro que es el peaje que hay que pagar por ser turista en estas tierras. Una anécdota: en uno de esos acosos con que nos somete una mursi, Elena le señala el anillo que lleva puesto, y ella no tarda en ofrecérselo por un birr. Como a Elena no le cabe en su dedo, le señala el otro que lleva puesto. Ni corta, ni perezosa, la señora mursi que lleva el plato labial que les caracteriza y que es sinónimo de belleza para su etnia, se escupe en el dedo porque es incapaz de sacárselo. Ante esa visión para los negocios de la mursi, Elena prefiere el anillo que le ofreció en un primer momento, que total que para que necesita dos.

Después de comer visitamos el mercado de Jinka y su museo etnográfico. Y un poco más tarde estiramos las piernas dándonos un paseo por un poblado de la etnia Ari situado en pleno monte. Durante el recorrido conocemos a un niño que hace las funciones de guía mejor que nadie. A la vez que nos conduce por la senda adecuada, nos impresiona con su inteligencia y simpatía. Vamos, que el niño se ha ganado un libro de gramática inglesa que necesita para sus estudios. Se lo compramos en Jinka, en una típica tienda de pueblo que vende de todo. El emocionado chaval nos quiere llevar hasta su escuela, y cómo no, allí nos dirigimos con todos los niños que se van pegando a nuestra estela. Inmortalizamos el momento con una foto de grupo en la puerta de la escuela. Con Degu, el niño con el que hemos simpatizado tanto, Elena y yo nos despedimos aparte, dándole camisetas, bolígrafos y apuntando su correo electrónico para que podamos mandarle las fotos que nos hemos hecho juntos.

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