jueves, 11 de febrero de 2010

FÉLIX FRANCISCO CASANOVA


Últimamente he leído varias referencias sobre Félix Francisco Casanova, el llamado “poeta maldito”. Aparte de la historia trágica de su vida (ver wikipedia), he tenido ocasión de leer varios poemas suyos y un trozo de su única novela titulada “El don de vorace”. No sé que tiene su obra que llama mi atención. ¿Será por su sinceridad o por la fuerte personalidad que irradian sus textos? Lo que es innegable es que este poeta canario cuenta con una voz propia, a pesar de su muerte temprana, y que se ha quedado en el tintero una obra que imagino llena de genialidades. Cada cierto tiempo toca resucitar a un muerto, sobre todo por razones comerciales. Espero que en este caso se valore más el aspecto literario, y que la gente se interese más por su obra, dejando el morbo para los programas de cotilleo que pululan por la mayoría de las cadenas de televisión. A continuación os muestro unos poemas a modo de ejemplo:


Eres un buen momento para morirme

A María José

Amaneciendo y anocheciendo
a un mismo tiempo,
cariño, ¿no es ésta la forma
en que te gustaría vivir?
En mi cabeza hay un álbum
de fotos amarillentas
y lo voy completando con mis ojos,
con los más leves ruidos,
atrapando olores en el aire
y en cada sueño que sueño.
¿Sabes una cosa, pequeña?
La última página de mi álbum
tiene tu boca lluviosa mordiéndome un labio,
un disco de rock'n'roll
y calcetines de colores.
Mis ojos han sido rápidos,
te he hecho el amor con la ropa puesta
a través de una
larga pajita dorada
mientras cruzabas la calle
con el cabello ardiendo.
Pero ahora son tus pies
quienes dan mis pasos,
¡así que no te equivoques
pues me caería!
Te bebo en cada vaso de agua
que sacia mi sed,
mis palabras son claras como niños pequeños
o espesas como semen empapando cortinas,
pero hoy tengo que inventar
un nuevo idioma
para conversar con tus tiernos maullidos eléctricos
y los gritos de euforia
de la gente que vive en tu cabeza.
Debes saber que a veces
soy como un entierro interminable,
siempre triste y azul
subiendo y bajando
por la misma calle.
Pero otras veces soy un río de risa
corriéndome por toda la ribera,
haciendo el amor a la mar,
una felicidad contagiosa,
un revólver de amor, nena,
y voy a disparar justo a tu corazón
¡bang bang!
¿te di?
Quiero arrollarte, enrollarte y arrullarte,
montaña de aguardiente
y tarde rojiza.
Eres un buen momento para morirme.

(14 de diciembre del 75. último poema)


A veces cuando la noche me aprisiona

suelo sentarme frente a una cabina
telefónica
y contemplo las bocas que hablan
para lejanos oídos.
Y cuando el hielo de la soledad
me ha desvenado, los barrenderos moros
canturrean tristemente
y las estrellas ocupan su lugar,
yo acaricio el teléfono
y le susurro sin usar monedas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario