martes, 3 de diciembre de 2013

HOMBRES DE LAURENT MAUVIGINIER




Empezaré contado de qué va esta historia. El libro nos narra dos momentos de la vida del protagonista que están entrelazados por el autor de una manera muy hábil. Al principio, el libro toma como marco un  clásico pueblo francés en donde se reúnen los miembros de una extensa familia para celebrar el cumpleaños de una de sus hermanas. En esas circunstancias, aparece Bernard, alias Fuego de Leña, nuestro protagonista, que vestido tal como un mendigo regala a su hermana una joya de gran valor. Todo el mundo queda sorprendido y empieza a hablar mal de Bernard porque no saben dónde ha podido sacar el dinero para comprar ese valioso regalo de cumpleaños. Bernard se mosquea con su familia y sale de la fiesta muy enfadado, sobre todo tras haber discutido con un inmigrante argelino afincado desde hace muchos años en el pueblo que se encontraba también en la fiesta de cumpleaños. La siguiente secuencia de la narración se desarrolla en la casa del inmigrante, en donde Bernard entra violentamente para asustar a su familia. Nada parece justificar su actitud, por esa razón, las autoridades del pueblo quieren denunciar a Bernard, que ya de por sí tiene poca consideración entre sus convecinos debido a sus continuas borracheras y falta de higiene. Es en ese momento cuando aparece la figura de Rabut, el primo de Bernard, que las autoridades del pueblo quieren involucrar para proceder con la denuncia. No obstante, el primo guarda muchas dudas al respecto, porque a él también le tocó vivir la guerra de Argelia y junto con Bernard tuvieron que sufrir muchos momentos traumáticos que sólo ellos saben valorar. Es entonces cuando el autor del libro nos sitúa en la guerra de Argelia. El libro nos cuenta la rutina cuartelaria en donde la desidia está instalada en cada acción que se narra.

"A Rabut le gusta mucho empinar el codo en el hogar del soldado, mientras que dicen que el otro, el primo, no, el primo es más bien un meapilas, una cerveza de tarde en tarde, eso es todo, y también jugar a las cartas, y quizá fumar con los compañeros, y reírse, pero nada hablador, taciturno, un poco melancólico, también inquieto, y casi siempre con el misal en las manos y oraciones en la boca, eso es lo que saben de él. Lo que creen saber y nada más".

No obstante, el miedo a morir en manos de la guerrilla argelina que permanece emboscada todo el tiempo, es lo que marca todos sus actos. Y es entonces cuando el libro nos narra todo tipo de crueldades que son el pan de cada día en todas las guerras.

"Los soldados invaden el pueblo, corren y gritan, gritan para darse valor, para dar miedo, como estertores, como hálitos, las ancianas dejan las cestas que están trenzando, miran a los jóvenes y se asombran de que con armas en la mano parezcan ellos los que tienen miedo".

Hay torturas, vejaciones y carnicerías que buscan sembrar el odio del contrario y minar su moral.

"Mira a la gente con atención. No sabe exactamente por qué la mira así, toda esa pobreza, nunca ha visto nada igual, pero se siente muy cansado y por ello mismo sobrepasado, ¿qué hacemos aquí?, se da cuenta de que es ridículo, no tiene ningún sentido estar aquí, entrar por la fuerza en las casas, dejar que sus rostros se crucen con quienes introducen el miedo en ellos, su silencio, su seriedad, los ojos brillantes, ¿es fiebre?, ¿es cólera?. No se sabe. No se sabe por qué, pero se sabe que tienen miedo".

No es de extrañar, que como en toda guerra, la suerte sea un factor determinante que marca la frontera entre la supervivencias o morir degollado a manos de tus enemigos. Después de conocer esta parte de la narración en donde Bernard sufre como todos los hombres el trauma de la guerra, el lector comienza a conocer más profundamente al protagonista del libro, y de alguna manera, comprende y justifica sus futuras acciones y esa manera de vivir de Bernard, aislado en su apartada casa refugiándose en el alcohol.

"¿Quiénes son los hombres que pueden hacer una cosa así? No son hombres quienes hacen esas cosas. Y sin embargo. Hombres".

Y no es que el libro trate de justificar nada de forma gratuita, son los hechos los que explican que todos somos humanos y que las personas convivimos con nuestros traumas, y que éstos forjan a hierro y fuego la forma de ser de cada uno de nosotros, como a los protagonistas de este "Hombres" de Laurent Mauvignier.

"Pero allí es otra cosa. No está solo por estar solo, están solos todos juntos".

"Se pregunta por qué la joven está interesada por él, que no conoce nada. Él quisiera aprender, pero para eso haría falta reconocer que no sabe nada y a eso no está dispuesto".

lunes, 2 de diciembre de 2013

LA VELOCIDAD DE LOS JARDINES DE ELOY TIZÓN



Los relatos que se recogen en este libro cuentan con una peculiaridad que los engarza como si fueran las cuentas de un collar: su tono poético cuajado de metáforas que nos invitan a descubrir un mundo diferente, una visión del mundo tan personal que normalmente no destaca para el común de los mortales. Sólo ciertas mentes geniales o disparatadas se atreven a vivir a tiempo parcial en su mundo huyendo de la triste realidad que los oprime.

"La portezuela del taxi gime lastimosamente sobre mis nervios. Los pasos de cebra se deslizan a gran velocidad bajo los neumáticos, y la pupila irritada de los semáforos pestañea su luz roja, luz ámbar, luz verde".

No resaltaría ningún relato por encima de otro. Cada lector tiene sus gustos y seguro que hasta al propio escritor le costaría decantarse por uno de sus relatos. Me quedo más con esa visión global que no desprecia los detalles. Porque sí, en este libro uno puede encontrar múltiples tesoros que abarcan en algunos casos una simple línea de texto, o incluso, un sola palabra que contiene toda la sabiduría y que el escritor ha elegido entre tantas posibilidades.

"Elba parece ir leyendo en el cristal las páginas del paisaje".

Y es que al fin y al cabo, el oficio de escribir es una labor de selección, de cribar el grano de la paja para resaltar esos matices que pasan desapercibidos para la mayoría de las personas. El producto de esa criba realizada con tanta maestría por Eloy Tizón es el conjunto de relatos de lectura obligada que forman "La velocidad de los jardines".

"La luna entraba poniendo una película de talco en el pasillo y guantes blancos sobre mis dedos".