miércoles, 8 de septiembre de 2010

CORRECCIÓN


Había leído anteriormente algunos comentarios sobre el autor de esta novela, Thomas Bernhard, y en todas las reseñas salía bien parado este escritor. Forma parte de aquellos escritores que la crítica literario califica "serios o de culto". Reconozco que leer a Thomas Bernhard no ha sido nada fácil y que en determinados momentos he sentido la necesidad de dejar de leer el libro. El autor tiene un estilo que no busca la complacencia del lector, al contrario, la lectura de esta obra (creo que se puede hablar de la totalidad de su obra de la misma manera) resulta un trabajo dificultoso para el lector. Pero como todo esfuerzo tiene su recompensa, desde el momento que se le coge el tranquillo a su estilo, se descubren verdaderos tesoros que dejan su impronta en el sufrido lector. Se podría decir, que el señor Bernhard vive en un mundo propio que ha modelado a su antojo, le pese a quien le pese, y por tanto, aquellas personas que buscan una lectura fácil y llena de escenas tópicas y mundos trillados, se verán expulsados rápidamente del paraíso de Thomas Bernhard. Pongo unos ejemplos entresacados de las páginas de este libro a modo de resumen: "Venimos a un mundo que se nos da, pero que no ha sido preparado para nosotros, y tenemos que enfrentarnos con ese mundo, si no nos enfrentamos con ese mundo, perecemos". "Un mundo de acuerdo con nuestras ideas, y una y otra y otra vez intentar cambiar ese mundo de acuerdo con nuestras ideas, primero en segundo plano, de forma poco aparente, pero luego con toda la fuerza y de una forma totalmente clara, de modo que, al cabo de cierto tiempo, podamos decir que vivimos en nuestro mundo, no en el que se nos ha dado". "De forma que finalmente, al término de nuestra vida, podamos decir que, por lo menos durante cierto tiempo, hemos vivido en nuestro mundo y no en un mundo que nos dieron nuestros padres".

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