lunes, 6 de octubre de 2014

IMPRESIONES DE MADAGASCAR (2)


Ya en nuestro primer día de viaje pudimos ver los primeros muertos en la carretera. No se trataba de los provocados por accidentes de tráfico, ni de las víctimas de una batalla campal entre dos etnias enfrentadas. No, sencillamente me refiero a la celebración de la Famadhiana. En esta curiosa tradición se festeja a los muertos durante tres días, eso sí, cuando la propia familia cuenta con el dinero suficiente para semejante dispendio. Cuando se dan esas circunstancias materiales la familia desentierra a sus muertos, los transporta si hace falta atados al techo de un autobús o camioneta hasta la casa familiar, y se monta una fiesta de cuerpo presente para todo el pueblo con banda de música y bailables. Aprovechando un alto en el camino ejercimos de intrépidos turistas colándonos en una fiesta de la Famadhiana. La celebración la vivimos muy en primera persona, incluso algunos del grupo acabaron formando pareja de baile con varios familiares de los muertos mientras el resto nos mezclábamos con gente sin saber su verdadero parentesco. La experiencia fue corta, porque debíamos proseguir nuestro largo camino, pero de una calidez humana que no pasó desapercibida para nadie del grupo. Nosotros nos fuimos, pero la fiesta seguía y el alcohol se manifestaba en las caras sonrientes de la gente. Así los dejamos, felices al contar con la presencia de sus muertos, a los que una vez festejados vuelven a enterrar, esta vez para siempre.




Ahora no lo recuerdo bien, pero pondría la mano en el fuego si os digo que desde la primer noche de estancia en Madagascar, un parte del grupo no dábamos por finalizado el día hasta que no saboreábamos un vaso de ron. Y cada noche era una sorpresa diferente, ya que según la categoría del local te podían servir un ron local de dudosa calidad o sentirte sorprendido gratamente con un ron "arrange" de vainilla, baobab, canela, café, etc, etc, que tanto gustan en este país. Estos últimos son los que nosotros denominados licores y que en nuestro país también son de variados sabores. A mí me gustan más los rones a palo seco, pero cuando no había esa posibilidad tocaba arriesgarse y probar un ron cualquiera de los allí expuestos. A veces había suerte y las botellas estaban colocadas en la barra del bar, por lo que era fácil hacer un descarte fijándose en la intrigante apariencia de algunos licores de color sospechoso. Unas veces se acertaba y saboreabas a gusto el digestivo, y otras, tocaba beberse el vaso de un solo trago y sin respirar.



En Madagascar se aprovecha todo de un arrozal. Además de la posibilidad de contar con dos cosechas anuales de arroz, en la época seca los agricultores se pasan al gremio de la construcción y aprovechan el limo seco de los arrozales para fabricar ladrillos. Se ven familias enteras acarreando ladrillos de adobe que van del arrozal al horno para ser cocidos y después depositados en enormes pilas para su posterior transporte. Un trabajo muy duro, sobre todo para los niños y niñas que colaboran con sus padres para aportar más dinero a la familia. En la parte central del país, que es más próspera que otras zonas de la isla, tienen mucha salida estos ladrillos porque se construyen con ellos casas de hasta dos plantas, muchas de ellas con tejado de paja, por donde sale el humo de las cocinas. La contrapartida de esta extracción agresiva del limo de los arrozales por parte de los agricultores es la aparente pérdida de fertilidad de la tierra, que unida a la abusiva desforestación del país, dan como resultado un paisaje sin vegetación, totalmente erosionado, que a vista de pájaro ofrece un aspecto desolador en donde predominan los tonos rojizos.

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