jueves, 19 de abril de 2012

DIARIO DE INVIERNO





Recién levantado me asomo a la venta y veo llover copiosamente. La
escasa gente que circula a tan temprana hora por la calle se protege
de la lluvia y del viento como puede. Pienso, todavía adormilado, que
con este tiempo tan desapacible puede ser un buen plan quedarse todo
el santo día en casa. Vestido con mi pijama de cuadros, me quedo
alelado un buen rato frente al ventanal que me protege del frío, y mis
ojos adormilados no se creen que en esos momentos puedan caer unos
copos de nieve que ponen una nota invernal a este comienzo de
primavera. Después de desayunar, sigo con la lectura de DIARIO DE
INVIERNO de Paul Auster. Si; con la calefacción a tope apetece
sentarse cómodamente en el sofá y dejarse arrastrar por este último
relato que Paul Auster ha escrito sobre la entrada al "invierno" de su
vida. Yo también siento que estoy entrando en una etapa distinta de mi
vida. Veo que mis padres se están haciendo muy mayores, ya con una edad
que pasa de los ochenta años. Conozco gente que a esa edad todavía
se mantiene muy activa, sin las secuelas de una enfermedad que les
mine poco a poco, pero son sólo una minoría. Lo normal es comprobar
como tus padres deceen poco a poco y que ellos son conscientes; que
pierden memoria y te repiten la misma pregunta siete veces; que
conviven a diario con el dolor mitigado mínimamente por esas medicinas que
el actual gobierno les quiere cobrar a cuenta de sus pensiones. Ante
esta perspectiva, no resulta muy aventurado pensar que en cualquier
momento mis padres necesitarán de mi ayuda. Ellos no quieren molestar
a sus hijos, pero es de recibo que esperen no sentirse arrinconados al
final de su vida como si de una maleta vieja se tratase.

Hablando de etapas en la vida de una persona, he recordado la lectura
que hace tiempo tuve del libro de Álvaro Mutis, el titulado Tríptico
de mar y tierra. Me encantan las andanzas de Maqroll el Gaviero, el
admirable aventurero que protagoniza la trilogía del escritor
colombiano. No obstante, lo que más me sorprendió en su día fue el
último relato titulado Jamil, en donde Maqroll se tiene que hacer
cargo de un niño fruto del escarceo amoroso de su gran amigo Abdul
Bashur con una mujer tunecina. El aventurero, siempre leal a sus
amigos aunque hayan muerto hace tiempo, tras leer la carta de la madre
solicitando su ayuda, no duda en cuidar al niño llamado Jamil. Las
obligaciones que conlleva la crianza y educación de este niño
provocarán que Maqroll deje apartada su vida nómada para afincarse
durante una larga temporada en Mallorca. En esa etapa de su vida,
Maqroll se replantea su vida y reconoce que las fases de la vida
son como las fases de la luna: una veces toca crecer y alcanzar el
éxito, otras menguar y desaparecer en el anonimato; en ocasiones se siento uno lleno y
feliz, y a veces se necesita cambiar de vida y embarcarse en un nuevo
proyecto que dé sentido a tu existencia.

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