martes, 17 de junio de 2014

ÁGAPE SE PAGA DE WILLIAM GADDIS



Esta es una reseña en donde prima el estilo por encima de toda crítica justificada o no y por esa razón sobran las comas los puntos y todo lo que signifique interés por la puntuación gramatical. Voy a utilizar un estilo ligero para reseñar "Ágape se paga" de William Gaddis que es su libro póstumo, una obra de menos de cien páginas ya que el hombre se veía morir y tampoco era cuestión de explayarse. El tiempo inexorablemente se escurre como el agua en nuestras manos y el paso del tiempo y la consiguiente mecanización de todos los ámbitos es el tema principal de este libro. El escritor es de la vieja escuela de aquellos que por ejemplo añoran el piano por encima de la pianola o la escritura de puño y letra en vez del moderno ordenador. 


"Cuando el placer estético radicaba en la adoración del arte y era privilegio de unos pocos, y esta democracia en la que cualquier hombre es el artista que necesita ser para su propio consumo, que es donde estamos hoy".

Y el libro avanza como si fuera el delirio o las últimas voluntades de un hombre enfermo postrado en la cama que intenta poner orden en su vida y en su obra. Un hombre que ya no es de este mundo o que ya está de vuelta de este mundo. Un escritor que acumula toda su sabiduría en montones de apuntes sin clasificar de forma similar a como se acumulan los conocimientos en su vieja mente que ha registrado experiencias vitales hasta el límite de su capacidad.

En las páginas de este libro se expresa el rechazo del artista por ver como prima el entretenimiento por encima de todo. El lema de este tiempo parece ser eso del más ocio y menos esfuerzo. Para Gaddis ya no hay profundidad en las ideas sólo espectáculo visual para consumo rápido. Y para eso no se necesita mucha preparación ni horas de documentación porque la tecnología a puesto al alcance de cualquiera la posibilidad de ser un proyecto de artista. Y yo comparto su opinión porque se pasa sin pudor la frontera de la lectura a la escritura y sólo se fabrican en serie escritores de un sólo lector. Ya nadie lee a otros escritores porque el ombligo del aspirante a artista es tan grande que ya no le deja ver otras realidades que la suya propia ni otra ficción que la que surge de su propia cabeza. Ya no leemos -salvo a los famosos o superventas-, sólo nos releemos a nosotros mismos y sólo nos interesa contar nuestras propias miserias.


"Toda la chusma estupefacta que ahí fuera espera que se le dé entretenimiento, convertir al artista creativo en un mono de feria, en un famoso como Byron, el hombre en lugar de su obra".

Ahora que releo esta reseña intentando corregir en la medida de lo posible mi falta de talento considero que quizás debería haber leído mejor este libro con más atención y dejar para otra ocasión la escritura de este reseña.

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