martes, 5 de marzo de 2013

DELTA DEL OKAVANGO



Vamos a vivir una nueva experiencia en nuestro viaje. Nos acercamos al río Kavango, en concreto a la región conocida como Delta del Okavango. Y vamos a recorrer esta zona a pié, en lancha motora, en barco, en mocoro y en avioneta. Diferentes puntos de vista para tener una visión completa de este gran río que en vez de desembocar en el mar muere en el desierto formando un inmenso delta. Lo más interesante ya no es poder ver nuevas especies que todavía no hemos tenido la ocasión de observar hasta ahora, como cocodrilos o hipopótamos, sino intentar apreciar la magnitud de todo un ecosistema que permite la supervivencia de sus habitantes. 

Una experiencia inolvidable es desplazarse por el delta en mocoro de la mano de unos peculiares "gondoleros". Aprovechando la poca profundidad de estas aguas las estrechas barcas elaboradas a partir de un tronco vaciado se desplazan mediante una pértiga que impulsan con maestría los barqueros de los mocoros. Gracias a ese ritmo cadencioso se pueden apreciar todos los detalles del paisaje, que no son pocos ni mucho menos. Esta manera de desplazarse es como un símbolo de ese ritmo africano que anhelas tanto, sobre todo cuando vuelves a tu residencia habitual en donde suena constantemente la palabra estrés. Aquí no hay estrés, pero igual que en la mayoría de los países africanos sí hay otras carencias más importantes relacionadas con las necesidades primarias. Esas son las verdaderas miserias de la vida, afortunadamente, nosotros hemos nacidos en un lugar privilegiado del mundo que nos permite viajar como si fuésemos marqueses. 

Hablar del delta del Okavango, es hablar de los atardeceres en el río, de esos lugares especiales a los que nos guían nuestros mocoristas para que podamos ver unas puestas de sol que recordaremos toda la vida. Parece que el sol se funde en el agua justo antes de desaparecer en el horizonte. No se me ocurre  mejor forma de poner el broche al final del día.


Y que decir del vuelo escénico en avioneta por el delta. Además de evitarnos un largo desplazamiento hasta el parque nacional del Chobe, nuestra siguiente escala, gracias a esta experiencia podemos ver una imagen distinta del río en donde se aprecian los múltiples canales que caprichosamente forma la naturaleza. Contemplando este paisaje de pequeñas islas y meandros forjados a lo largo de los siglos, se nos abre la boca de igual manera que a un niño cuando contempla un número de magia. La avioneta surca esta paisaje de ensueño que parece extenderse hasta el infinito, provocando que me sienta empequeñecido en medio de este cielo, como si formara parte de una nueva dimensión.

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