jueves, 21 de marzo de 2013

CATARATAS VICTORIA



Fue hace más de seis meses cuando finalizó nuestro viaje por Namibia, Botswana y Zimbabwe. El mejor viaje del que he tomado parte, por lo menos hasta ahora. Como colofón a tantos días inolvidables los dos últimos días por tierras africanas los pasamos en Cataratas Victoria, en concreto, alojados en el mítico hotel Cataratas Victoria con su característico estilo victoriano. Choca mucho encontrarse todo este ambiente de lujo en mitad del continente africano, sobre todo si hablamos de países en donde la pobreza es un mal endémico. Todo este despropósito es fruto del colonialismo, que creaba este tipo de "islas de confort" como si fueran un espejismo en medio de un continente explotado en todos los sentidos. Ahora, nosotros aprovechamos ese lujo para instalarnos cómodamente en el hotel en donde somos atendidos como grandes señores por el servicial personal del hotel. A la tarde decidimos hacer la visita a las míticas Cataratas Victoria, tan cercanas al hotel que incluso se puede ir dando un pequeño paseo. "El humo que truena", traducción al castellano del topónimo nativo, enseguida hace honor a su nombre, ya que a cierta distancia se intuye una columna de humo ocasionada por el estruendo que produce el agua al caer desde tan elevada altura. Y la visión de cerca no desmerece en nada. El parque cuenta con varios miradores numerados en donde disfrutar de la contemplación de las cataratas. Los más bonitos son aquellos en los que el agua despedida de la catarata salpica de tal manera que es imposible no mojarse. Esa sensación de cercanía es impresionante. También destacan por encima de otros los tramos en donde te puedes asomar al vacío desde el mismo borde del precipicio para poder contemplar la caída de casi 100 metros que tiene la cascada en esos puntos.

Al día siguiente, madrugamos para hacer el famoso rafting de Cataratas Victoria por el río Zambeze. Es un rafting con varios tramos de grado cinco y uno de grado seis, y nos han advertido que este año resulta más peligroso por el menor caudal del río. A orillas del río Zambeze recibimos las primeras instrucciones de supervivencia que nos ponen los pelos de punta. Mejor no pensar, dejar la mente en blanco y que pase lo que tenga que pasar. Empieza la atracción. Remamos con fuerza hacia el primer tramo del río y lo pasamos sin contratiempo. Así hasta que un tanto confiados enfilamos otro tramo de grado medio y nos vamos al agua. La primera vez que salgo despedido de la barca y voy de cabeza al agua, siento que estoy a merced de la corriente, que paso sin control por remolinos y sifones a la vez que sorteo alguna roca que otra en mitad del cauce. No he tragado tanta agua en mi vida. De vuelta en la barca, acometemos otro tramo más complicado, un grado cinco. Y otra vez al agua. Y como no hay dos sin tres, en el siguiente tramo también volcamos. Tengo que reconocer que la impresión no es la misma, que se hace "callo" con esto de estar tanto en el agua de remolino en remolino. No lo lleva tan bien una compañera de barca, que en un tramo que hemos volcado ha tragado tanta agua que sufre un ataque de pánico. Toca tranquilizar y hacer equipo para intentar salir de esta complicada situación. Nos queda más de la mitad del rafting y nos conjuramos los seis tripulantes de la barca para coordinarnos con los remos y dar lo mejor de nosotros. Nuestro guía, conocido por Titanic, parece un hombre tranquilo, pero en esos momentos de incertidumbre no nos puede resultar más agorero su mote. Nuestra suerte cambia y pasamos varios tramos peligrosos sin tragar agua. Gritamos hasta quedarnos roncos cada vez que superamos un nuevo sector peligroso y nuestra confianza va subiendo a medida que discurre la travesía por el río. Por fin llegamos sanos y salvos al final del rafting. Estábamos advertidos de la dificultad del rafting, y hay que reconocer que tal y como salimos de magullados de esta actividad extrema, no les faltaba razón. Eso sí, la experiencia no nos la quita nadie y tampoco el diploma que acredita nuestra participación en tan renombrado rafting.


Ya sólo nos queda juntar a todo el grupo en la última cena. Buena comida junto a una buena compañía. Es la despedida y todos estamos un poco emocionados. Esto se acaba y de tanto como hemos disfrutado nadie quiere regresar. Y ya que estamos en África, este continene que tanto nos gusta a todos, ¿por qué no nos quedamos y seguimos viaje?

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