martes, 26 de febrero de 2013

PETERSBURGO DE ANDREI BIELY




Otra novela de las catalogadas como de difícil lectura: hay gente que la etiqueta como el "Ulises" ruso. También se habla de ella como de esas obras maestras que todo buen aficionado a la literatura debe leer: citada por Nabokov entre los mejores cuatro libros de la historia de la literatura y reseñada por Vila-Matas en su columna del País. 
No hay excusas, ya que las referencias son de absotula confianza hay que hacerse con este libro. Lo encontré, cómo no, en la biblioteca pública, entre estanterías llenas de lomos multicolores: el mejor paisaje para un amante de la literatura. ¿Y la elección fue buena? No; o no tanto como esperaba. Me he sentido superado por los acontecimientos: no puedo con los impronunciables e interminables nombre y apellidos rusos, sobre todo cuando se citan reiteradamente en toda su extensión en los diálogos del libro. Es que no me veo hablando con un amigo/a y llamándole por ejemplo "Hola, José María Valderrama" o "María Fernández, pásame el azúcar". Es que me suena como muy artificial. 
Salvando esta pequeña dificultad, y como si se tratara de una prueba de obstáculos, hay que enfrentarse al complejo estilo del libro. Una simbología que trata a la ciudad de Petersburgo como si fuese un ser vivo, una imaginación desbordante que traspasa los límites de la realidad, capas y capas superpuestas en donde la historia parece estancarse o dilatarse en el tiempo. Llegados a este punto, muchos ya habrán abandonado la lectura de este libro. Pero los más curtidos en este "trabajo" de leer libros pasamos página y llegamos hasta el final de la obra totalmente agotados por el esfuerzo. ¿Ha valido la pena? Si tengo que responder basándome en mi estado de ánimo mientras leía el libro, contestaré que no era el momento más oportuno para saborear todos los detalles de esta obra. ¿Obra maestra? No lo sé; es cierto que determinados pasajes de este libro me han impresionado, que hay una riqueza en su lenguaje que contrasta con el estilo plano de los libros actuales. ¿Es suficiente para que sea catalogada como obra maestra? Muchos buenos escritores opina que sí, pero a mí este libro me ha estallado en las manos, como la bomba escondida en una lata de sardinas que aparece en esta obra en un tono un tanto irónico y que me recordaba a esas bombas que estallan en los tebeos chamuscando al Filemón de turno.


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