miércoles, 15 de junio de 2011

MARCHA DE MONTAÑA KAMPEZO


Este domingo hemos participado en una marcha de montaña en Kampezo. Han sido veinte kilómetros, unas cinco horas de caminata cuesta arriba y cuesta abajo. A las ocho de la mañana se ha dado la salida y los ciento setenta participantes hemos salido "escopeteados" como si fuera una carrera de montaña. A los pocos kilómetros ascendíamos por un empinado barranco que nos obligaba a todos a circular en fila india. Cuando menos te lo esperabas se formaban tapones humanos en zonas un poco más técnicas, para desesperación de los que andábamos por detrás. Se ve que el miedo es libre. Una vez superadas estas zonas, y con todo el ancho del camino para transitar, toca "apretar el culo" para intentar recuperar el tiempo perdido en los atascos. Pasan los kilómetros, subimos a las primeras cimas programadas, y la gente ya circula a su ritmo en pequeños grupos. El desnivel acumulado hasta ese momento provoca que empecemos a sentir el cansancio en las piernas, a notar de vez en cuando que la respiración se vuelve más fatigosa cuando se encara la dura pendiente. Pero también da tiempo a que podamos admirar el paisaje que se observa desde la cumbre del Joar, desde las cimas más emblemáticas de la geografía alavesa como el Gorbea o el Aratz, hasta las sierras más cercanas de Codés o los montes de Izki. En el descenso del Yoar la organización ha situado el primer avituallamiento. Reponemos las fuerzas con un poco de jamón y queso, fruta y bollería variada, mientras esperamos al resto de nuestro grupo de amigos. Estamos en la mitad del recorrido y ya sólo nos queda subir a La Plana y a La Cogolla para "comernos" todo el desnivel de subida que nos falta. Subimos, descedemos, llaneamos pero no paramos de mover las piernas. Entretanto caen algunas gotas de agua inesperadamente que nos obligan a aligerar el paso. Ya en continuo terreno de descenso y después de subir a La Cogolla por un sendero al parecer recién desbrozado, nos encontramos ante una bifurcación de caminos. A la izquierda, un letrero nos indica un camino fácil, a la derecha un sendero para intrépidos. ¿Cuál elegimos seguir? Como cabras destrepamos por un sendero resbaladizo agarrados a la vegetación para no caernos de culo. La senda para intrépidos acaba en una pista que en pocos minutos nos conduce hasta la ermita de Ibernalo en donde la organización ha preparado el último avituallamiento. Sentados nos zampamos un buen almuerzo-comida a base de chori-panes, morcilla de Kampezo, tortilla de patatas, queso, etc, etc. La marcha de montaña bien puede decirse que acaba en Ibernalo, porque de allí al pueblo sólo hay un paseo de diez minutos que nosotros no llegamos a completar al quedarnos a tomar una cerveza en la casa de unos amigos. Saboreando nuestra cerveza bien fresca damos por finalizada nuestra participación en la marcha de montaña. Hoy, dos días después, tengo todavía las piernas agarrotadas y con agujetas.

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