En primer lugar, me llamó la atención el nombre del
libro, "Sociofobia". En segundo lugar, me gustó la portada diseñada por la editorial Capitán Swing en tonos
azules con su esquemático dibujo de una persona que parece que huye
envuelto en llamas. Y en tercer
lugar, este libro está citado en diversas listas de los mejores libros
publicados en el 2013 dentro del apartado de ensayo. Del autor no
conocía nada de nada. Un simple vistazo en internet me indica que es
sociólogo, profesor universitario y políticamente encuadrado en la
izquierda. No me quedó más remedio que hacerme con el libro.
Para
escribir esta reseña tengo que releer las notas que entresaqué porque
tengo la sensación de no haberme enterado de la mitad del libro. El
lenguaje escrito de un sociólogo erudito provoca que uno pierda el
camino correcto del entendimiento. ¿Y que he sacado de la lectura de este
libro? Pues sobre todo, que internet ni nos va a hacer más listos, ni
más humanos, ni tiene porqué mejorar nuestro modo de vida, sobre todo
cuando pensamos que tanta tecnología y tanto cerebro, como bien explica
el autor en su libro, no sirve nada más que para generar ocio y más ocio
a los internautas:
"En la mayor parte de las empresas relacionadas con la tecnologías de la comunicación uno se encuentra con salas llenas de ingenieros doctorados en el MIT que no se dedican a buscar curas contra el cáncer o fuentes de agua potable segura para el mundo subdesarrollado, sino a desarrollar proyectos para enviar imágenes digitales de ositos de peluche y dragones entre miembros adultos de redes sociales. Al final del camino de la búsqueda de la sofistificacion tecnológica parece haber una casa de juegos donde la humanidad retrocede hasta el jardín de infancia".
Eso sí, este mundo de internet genera unos efectos secundarios cuyos síntomas más evidentes son el autismo social y el egoísmo interesado que busca una rápida satisfacción:
"En la mayor parte de las empresas relacionadas con la tecnologías de la comunicación uno se encuentra con salas llenas de ingenieros doctorados en el MIT que no se dedican a buscar curas contra el cáncer o fuentes de agua potable segura para el mundo subdesarrollado, sino a desarrollar proyectos para enviar imágenes digitales de ositos de peluche y dragones entre miembros adultos de redes sociales. Al final del camino de la búsqueda de la sofistificacion tecnológica parece haber una casa de juegos donde la humanidad retrocede hasta el jardín de infancia".
Eso sí, este mundo de internet genera unos efectos secundarios cuyos síntomas más evidentes son el autismo social y el egoísmo interesado que busca una rápida satisfacción:
"Tanto
el altruismo como el egoísmo se pueden explicar como el resultado de un
cálculo hedonismo, es decir, como el resultado de la satisfacción que
obtenemos de obrar de cierta manera".
El argumento enmarañado del libro en muchas de sus páginas hace que, entono el "mea culpa", pierda la concentración
con excesiva asiduidad. Por lo tanto, mi valoración de este libro no
responde a las expectativas puestas en su lectura. No obstante y en
descargo del autor, tengo que confesar mis propias limitaciones cuando me tengo que enfrentar a un ensayo sociológico al uso.
Cuelgo
el enlace a una entrevista que en TVE le hicieron al autor en donde
explica mucho mejor que yo de qué va este libro y las razones por las que no hay que dejar
de leerlo.
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