sábado, 5 de enero de 2013

EL AMANTE



Parece que la literatura catalogada como erótica está de moda y ocupa los primeros puestos en las listas de ventas gracias a la trilogía de E.L.James, cuyo título más famoso es 50 sombras de Grey. No lo he leído ni ganas que tengo. Si me dejo orientar por las reseñas de referencia que suelo leer habitualmente, esta trilogía no le llega ni a la altura de los zapatos a obras anteriores de temática erótica, como por ejemplo el "Amante" de Marguerite Duras. La he leído por casualidad, sin tener en cuenta la moda actual por la novela erótica, ni por supuesto, por el ánimo de hacer odiosas comparaciones. No hace falta que yo diga que el "Amante" es una novela que no tiene nada que ver con los trabajos de E.L.James. Duras escribió una novela en el año 1984 en donde la erótica está presente constantemente y que escadalizaría a más de uno hoy en día vistos los temas que se tratan en el presente narrativo. No hace falta hablar de sexo explícito, ni de dar detalles morbosos sobre qué posturas son las mejores para follar. En el Amante, el sexo de una niña francesa de 15 años con su rico amante de origen chino, se sirve con una sensibilidad y ternura que deleita los sentidos del lector. También hay amor y desamor, y la lucha por sobrevivir, y el afán por la autorealización en un ambiente familiar poco convencional:

"Empecé a escribir en un medio que predisponía exageradamente al pudor. Escribir para ellos aún era un acto moral. Escribir, ahora, se diría que la mayor parte de las veces ya no es nada. A veces sé eso: que desde el momento en que no es ir en pos de la vanidad y el viento, escribir no es nada".

En esta novela también se habla de la muerte. Los continuos saltos en el tiempo de la novela hace que aparezcan narradas con antelación las muertes de los dos hermanos de la protagonista junto con la muerte de la propia madre. De ninguna manera la muerte es ocultada:


"Habría que prevenir a la gente de estas cosas. Enseñarles que la inmortalidad es mortal, que puede morir, que ha ocurrido, que sigue ocurriendo...Que la vida es inmortal mientras se vive, mientras está con vida. Que la inmortalidad no es una cuestión de más o menos tiempo, que no es una cuestión de otra cosa que permanece ignorada. Que es tan falso decir que carece de principio y de fin como decir que empieza y termina en la vida del alma desde el momento en que participa del alma y de la prosecución del viento. Mirad las arenas muertas del desierto, el cuerpo muerto de los niños: la inmortalidad no pasa por ahí, se detiene y los esquiva".

También me han gustado los pasajes finales del libro que describen el viaje de vuelta en barco de la protagonista. Parece que al leerlos la autora ha cambiado de registo y ahora nos ofrezca un libro de viajes, con sus descripciones de la época sobre los barcos y las personas que viajaban a las colonias:


"En aquella época, aún no muy lejana, apenas hace cincuenta años, en el mundo sólo existían los barcos para ir por el mundo entero. Grandes zonas de los continentes aún carecían de carreteras, de trenes. En centenares, miles de kilómetros cuadrados, sólo existían aún los caminos de la prehistoria".
"Aquel viaje duraba veinticuatro días. Los paquebotres de la línea constituían ya en sí ciudades con calles, bares, cafés, bibliotecas, salones, reuniones, amantes, matrimonios, muertes... Eran los únicos viajes de las mujeres. Sobre todo para muchas de ellas, pero, a veces, para algunos hombres, los viajes para trasladarse a las colonias seguían siendo la verdadera aventura de la empresa".
"Durante siglos, los buques hicieros que los viajes fueran más lentos, más trágicos también de lo que son hoy en día. La duración del viaje cubría la extensión de la distancia de manera natural".

Y el viaje finaliza ya: los protagonistas se separan, sus vidas transcurren por diferentes caminos, y ya no es posible el retorno porque el tiempo labra cada futuro de forma diferente.

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