jueves, 24 de enero de 2013

KAOKALAND



Abandonamos el camping de Epupa para dirigirnos hasta la región de Kaokaland. La ruta nos lleva hasta un Cheetha farm de la zona para poder ver guepardos que han sido recogidos malheridos o repudiados por su madre y que de otra forma no tendrían ninguna esperanza de salvación. Los guepardos son como grandes gatos que en plena naturaleza tienen que competir con otros felinos de forma desigual. Estos animales no tienen ni la fuerza, ni la envergadura necesaria para intimidar a otros depredadores más poderosos, por eso utilizan la velocidad para capturar a sus presas y la astucia para conseguir sobrevivir en el medio salvaje. El propósito de estas granjas de cheethas es protegerles frente a sus competidores naturales durante el tiempo necesario hasta que son capaces de recuperarse de sus heridas y valerse por sí mismos. Eso es lo que al menos dice la teoría. 

El dueño de la granja nos abre sus puertas y enseguida vemos a un par de guepardos que andan sueltos por la granja y que incluso se dejan acariciar por los turistas. Luego, nos suben en una camioneta y entramos en la zona acotada en donde se encuetran en semilibertad el resto de los guepardos de la granja. Es la hora de la comida para estos animales, y ellos lo saben perfectamente, porque salen de diferentes rincones para seguirnos a corta distancia hasta un pequeño descampado. Empieza el espectáculo: los conductores de la camioneta van arrojando trozos de carne a los guepardos que luchan entre sí por ser los primeros en hacerse con su ración de carne. Todo esta escena se desarrolla a pocos metros de nuestras camionetas para que podamos hacer unos buenos primeros planos de estos animales salvajes. Si te pones a pensar que sólo con un pequeño salto estos guepardos serían capaces de subirse al remolque del jeep en donde nos hacinamos los turistas y "hacerse" con más kilos de carne, y que siempre, siempre hay una persona dentro del grupo que le dá por hablar con los guepardos como si fueran simples gatitos, riñéndolos para que no se peleen entre ellos, no es de extrañar que me dé por considerar que esta situación no esté totalmente bajo control. Bueno, al final no pasó nada. 


Pasamos otra noche de camping en los terrenos de la propia granja. Y como todas las noches de este viaje, un pequeño grupo encabezado por Manuel sale para su habitual expedición nocturna en busca de "animalitos" despistados. Es una noche oscura, de esas típicas noches sin luna en donde la linterna no ilumina más que un par de metros delante nuestro. Avanzamos con cautela, pensando que solo hace unas pocas horas alimentaban a los guepardos cerca de donde nos encontramos. El camino nos conduce hasta una valla abierta, y seguimos. Cien metros más allá otra valla abierta, y también seguimos. Antes estaban cerradas y los guepardos dentro, agazapados entre la maleza. El miedo que sentía me hacía imaginarlos a mi lado dispuestos a saltar a mi cuello. Hasta que ya no pude más y junto a una parte del grupo decidimos desandar nuestro camino y considerar que ya habíamos tenido bastantes emociones. De andar pasamos al trote, y del trote a la carrera para buscar a los otros compañeros que se habían quedado esperando al principio del camino. Cuando más seguros creíamos estar, unos gritos provenientes de la oscuridad nos dejaron helados de miedo. Las risas no se hicieron esperar. Desde la espesura salieron tronchándose de risa un grupo de italianos junto a nuestros compañeros. ¡Qué susto nos dieron los cabrones! Habrá que pensar que el miedo es humano y que la vergüenza en estos casos es lo menos importante. 

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