lunes, 2 de diciembre de 2013

LA VELOCIDAD DE LOS JARDINES DE ELOY TIZÓN



Los relatos que se recogen en este libro cuentan con una peculiaridad que los engarza como si fueran las cuentas de un collar: su tono poético cuajado de metáforas que nos invitan a descubrir un mundo diferente, una visión del mundo tan personal que normalmente no destaca para el común de los mortales. Sólo ciertas mentes geniales o disparatadas se atreven a vivir a tiempo parcial en su mundo huyendo de la triste realidad que los oprime.

"La portezuela del taxi gime lastimosamente sobre mis nervios. Los pasos de cebra se deslizan a gran velocidad bajo los neumáticos, y la pupila irritada de los semáforos pestañea su luz roja, luz ámbar, luz verde".

No resaltaría ningún relato por encima de otro. Cada lector tiene sus gustos y seguro que hasta al propio escritor le costaría decantarse por uno de sus relatos. Me quedo más con esa visión global que no desprecia los detalles. Porque sí, en este libro uno puede encontrar múltiples tesoros que abarcan en algunos casos una simple línea de texto, o incluso, un sola palabra que contiene toda la sabiduría y que el escritor ha elegido entre tantas posibilidades.

"Elba parece ir leyendo en el cristal las páginas del paisaje".

Y es que al fin y al cabo, el oficio de escribir es una labor de selección, de cribar el grano de la paja para resaltar esos matices que pasan desapercibidos para la mayoría de las personas. El producto de esa criba realizada con tanta maestría por Eloy Tizón es el conjunto de relatos de lectura obligada que forman "La velocidad de los jardines".

"La luna entraba poniendo una película de talco en el pasillo y guantes blancos sobre mis dedos".

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