miércoles, 17 de julio de 2013

EL DÍA DEL WATUSI DE FRANCISCO CASAVELLA



En "la hora violeta" de Sergio del Molino, el autor citaba que estaba leyendo este libro mientras se encontraba en Barcelona por el tratamiento médico al que sometían a su hijo. Y como tantas otras veces, me dejé llevar por una recomendación de la que no me arrepiento.
¿Qué pasa por mi cabeza cuando decido leerme un libro de mil doscientas páginas?  Acostumbrado a leer tantas novelitas de poco más de cien páginas que me permiten escribir reseñas de ellos cada semana, de vez en cuando me embarco en la tarea de "tragarme" un novelón (por lo menos en lo referente a cuestiones de tamaño), que retarda mi presencia activa en este blog. Parece mentira que últimamente no sepa escribir otra cosa que no sean reseñas de libros. Y eso que en agosto me propongo junto a mi pareja viajar hasta Groenlandia. Un viaje fascinante que prometo contaros a su debido tiempo, también en este blog.

Ahora toca hablar del libro de Casavella, el escritor que murió demasiado joven y que tanto prometía en ese oficio. El protagonista del libro es Fernando Atienza. Un niño que crece en un barrio marginal de Barcelona y que a medida que discurre su historia el autor nos narra paralelamente la crónica de lo que fueron esos años en la ciudad de Barcelona. Se trataría de esa época entre la muerte de Franco, junto con los primeros años de la democracia en España, hasta las Olimpiadas de Barcelona. Esta localización en el tiempo nos permite conocer el surgimiento de una clase política trepadora que busca el poder con todas sus fuerzas y que choca con ese mundo marginal de drogadictos, putas y gente venida a menos que deambula por los tugurios más turbios de la noche barcelonesa. Miserias humanas que crecen en ese caldo de cultivo tan propicio para la especulación y la picaresca en el arte de medrar; esa España pícara y rancia del sálvese quién pueda y que valora las apariencias por encima de todo. Y por ese mundo peligroso de arenas movedizas deambula Fernando Atienza. Lo cuenta él mismo por medio de un extenso informe promovido por el encargo de un personaje muy importante y misterioso (el que quiera saberlo que se lea el libro). La vida del protagonista está llena de muchas miserias, eso sí, narradas por Casavella con una sutil ironía con la que pretende quitar hierro al asunto. Una prosa desbordante caracteriza el estilo de Casavella con frases y pensamientos que se alargan en el espacio renglón tras renglón. A veces me he perdido en su lectura o me he chocado contra el sentido que el autor quiere transmitir con sus palabras. Hay que tener mucha capacidad de concentración para aguantar tanta intensidad. Por eso es fácil ahogarse en esa marea de 1200 páginas llena de matices y pensamientos abstractos, y en donde nada es lo que parece.

Hasta ahora no había hablado del Watusi. Es el personaje más misterioso del libro (¿existe o es un mito?). La historia real del Watusi se transforma en leyenda gracias al boca-boca, y se extiende de forma incontestable por todos los barrios marginales de la ciudad. De esta forma, el origen del Watusi se confunde en las sombras que se generan cuando la mentira se transforma en verdad mientras nadie lo contraste. Un asunto muy actual que tiende a repetirse a lo largo de la historia cuando se trata de manipular a la gente. Y, así el Watusi resulta ser el chivo expiatorio, el "saco de las hostias", y creo yo, el personaje más ingenuo de todos los seres que pueblan este universo barcelonés en donde la ingenuidad casi no tiene cabida.

"Quisimos ser ingenuos por segunda vez, para perdonar y perdonarnos, y eso nos partió por la mitad, estampados contra la roca de los tiempos, mientras en el aire brillan cristales marinos".

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