martes, 30 de agosto de 2011

YANGÓN


01-02/08/11

Nos espera un largo viaje hasta llegar a Birmania. Volamos de escala en escala, primero hasta Zurich, luego Bangkok y por fin aterrizamos en Yangón después de un día entero de agotador viaje. En el camino ha habido un poco de todo. Lo ya habitual de estos viajes, como la comida en bandejas de los aviones, la estrechez de los asientos que adormece nuestras piernas, el sueño intermitente descabezado a 10.000 metros de altura o las turbulencias que rompen de vez en cuando la monotonía del viaje. También hemos sufrido nuestro primer retraso (¡delayed, delayed, qué horror!). Si ya de por sí resulta cansado la larga escala que debemos hacer en Bangkok (unas cuatro horas), que cada uno soluciona como puede, bien matando el tiempo entre las tiendas del duty free o bien buscando un restaurante de comida local para cenar, en una de esas miradas que dirigimos a los paneles informativos comprobamos que nos han retrasado el vuelo un par de horas. Toca aburrirse un poco más, esta vez sentados en cómodos butacones mientras leemos un monográfico de Birmania en la revista altair. Por fin cogemos nuestro último vuelo, el que nos lleva con nocturnidad y alevosía hasta Yangón. Llueve en Birmania. En la pista de aterrizaje afloran charcos que reflejan el fuselaje del avión. Sin mucha demora, nos trasladan hasta el hotel Yuzana Garden. Es un hotel situado en la parte antigua de la ciudad, de estilo victoriano y con amplísimas habitaciones (más grandes que toda mi casa) y un viejo ascensor que el botones del hotel nos recuerda que cuenta con cien años de servicio. Así es Birmania, en muchos casos es como retroceder cien años en el tiempo, pero aun así todo funciona, aunque sea a un ritmo más pausado, más humano también se podría decir. Me desvelo en mitad de la noche. No sé si es a consecuencia del cambio horario (hay cuatro horas y media de diferencia horaria con españa. ¡Qué antojo lo del pico de la media hora!) o por culpa de una tormenta que arrecia en esos momentos. Serán constantes que se repetirán a lo largo de todo el viaje y que estarán, día sí, día no, en boca de todos nosotros.

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