martes, 17 de septiembre de 2013

EL TIEMPO EN GROENLANDIA



Si tuviera que citar un lugar en el mundo de los que he visitado en donde considero que la vida de sus habitantes es muy dura, no dudaría en mencionar en primer lugar de la lista a Groenlandia. He viajado a países desérticos en donde la gente se muere de hambre y de sed, pero aunque en Groenlandia eso es impensable, en este territorio se juntan tres factores que en mi opinión resultan determinantes para que lo considere de una crudeza extrema: la falta de luz en invierno con sus noches encadenadas mes tras mes, las bajas temperaturas que dejan el continente helado, y el aislamiento de sus ya escasos pobladores.
Mi viaje a Groenlandia ha sido en la primera quincena de agosto. En esas regiones polares, el día es mucho más largo que la noche por esas fechas, las temperaturas son más bien otoñales y la gente que vive más aislada recibe incluso la visita de turistas que acampan cerca de sus casas. Esta situación sólo dura unos tres meses. No obstante, también en verano se aprecian los cambios constantes del tiempo. Si el día nace soleado lo normal es vestirse con una camiseta de manga larga. Si de repente se nubla, baja la temperatura y hay que ponerse un forro ligero. Y si sale el viento, la sensación térmica hace que baje más la temperatura y sea necesario abrigarse con un "plumas", el gorro y los guantes. Es fácil pasar frío si no se tiene la precaución de contar con varias capas con las que abrigarse. Y si tenemos en cuenta que lo más previsible en la típica estancia de quince días en Groenlandia es que uno o varios días llueva, y que la mitad del viaje se pasa en campamentos al aire libre en donde se duerme en tienda de campaña, y que se realizan unos cuantos trekings para acercarse a pie de glaciar y otros en los que se sube a un par de cimas para contemplar el paisaje alpino de sus montañas, esto se traduce en que la previsión del tiempo marca el desarrollo de todo el viaje. Resulta tan imprevisible que incluso el guía de nuestro viaje no se fía de las previsiones a más de 24 horas. Y todo este rodeo espero que sirva para contestar a la típica pregunta que todo el mundo me ha hecho sobre si hacía mucho frío en Groenlandia. 

domingo, 8 de septiembre de 2013

EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO DE SALINGER




Ya he vivido esta situación anteriormente. Sé que es difícil enfrentarse a la reseña de una obra que todo el mundo considera una obra maestra. ¿Qué más puedo decir de ella que otras personas eruditas no hayan dicho ya? ¿Qué más puedo aportar a los ríos de tinta que ya circulan por todas partes? Creo que nada. Si, porque estamos hablando de un clásico de la literatura y de un autor que se ha convertido en todo un mito literario. La crítica considera a esta obra como una de las mejores de la literatura americana de todos los tiempos, y la fama del autor trascendió aún más gracias al misterio que provocó su decisión de desaparecer para siempre de la actividad pública. No hubo más obras escritas por el autor y tampoco entrevistas que explicaran su aislamiento voluntario. Y así hasta su muerte muchos años después a una edad avanzada. Mientras leía este libro, me entero por la prensa escrita que en breve está previsto que salga a la luz una biografía sobre Salinger, y según se rumorea, el autor debió dejar varias obras escritas con instrucciones innegociables del propio escritor para que fueran publicadas en el 2015. Está claro que en estos días la figura de Salinger va a cobrar mucho protagonismo en los medios de comunicación.

No obstante, y sin pretender resultar arrogante, no me niego a dar mi visión personal de esta obra. ¿De qué trata este libro? El guardián entre el centeno es un libro que relata en primera persona el paso de la adolescencia a la madurez de Holden, el protagonista del libro. ¿Y que me ha llamado primeramente la atención? La mirada sarcástica que Salinger ha impuesto en este libro y sobre todo la fina ironía que desborda continuamente el protagonista:

"Pensé que las dos feas, Marty y Laveme, eran hermanas, pero cuando se lo pregunté se ofendieron muchísimo. Se veía que ninguna quería parecerse a la otra, lo cual era comprensible pero no dejaba de tener cierta gracia. 
Bailé con las tres, una detrás de otra. La más fea, Laveme, no lo hacía mal del todo, pero lo que es la otra, era criminal. Bailar con la tal Marty era como arrastrar la estatua de la Libertad por toda la pista".

¿Y qué otra peculiaridad he encontrado en Holden, el protagonista de este libro? La rebeldía y el típico apasionamiento juvenil que no duda nunca en posicionarse caiga quien caiga:

"Les aseguro que si fuera pianista o actor de cine o algo así, me reventaría que esos imbéciles me consideraran maravilloso. Hasta me molestaría que me aplaudiesen. La gente siempre aplaude cuando no debe. Si yo fuera pianista, creo que tocaría dentro de un armario. Pero, como iba diciendo, cuando acabó de tocar y todos se pusieron a aplaudirle como locos, Ernie se volvió y, sin levantarse del taburete, hizo una reverencia falsísima, como muy humilde. Como si además de tocar el piano como nadie fuera un tío sensacional. Tratándose como se trataba de un snob de primera categoría, la cosa resultaba bastante hipócrita. Pero, en cierto modo, hasta me dio lástima porque creo que él ya no sabe siguiera cuándo toca bien y cuándo no. Y me parece que no es culpa suya del todo. En parte, es culpa de esos cretinos que le aplauden como energúmenos. Esa gente es capaz de confundir a cualquiera".

¿Y cómo acaba este libro? Con una buena dosis de amargura. Holden, en un abrir y cerrar de ojos, se nos transforma en una persona madura y es descrito en las páginas finales del libro en actitud complaciente y con una forma de ser apática que choca frontalmente con esa ironía y rebeldía a la que anteriormente hacía mención: 

"Me senté y ella subió al tiovivo. Dio la vuelta a toda la plataforma y al final se montó en un caballo marrón muy grande. Luego el tiovivo se puso en marcha y la vi girar y girar. Todos los críos trataban de estirar los brazos para tocar la anilla dorada del premio y Phoebe también. Me dio miedo que se cayera del caballo, pero no le dije nada. A los niños hay que tratarles así. Cuando se empeñan en hacer una cosa, es mejor dejarles. Si se caen que se caigan, pero no es bueno decirles nada.
Cuando el tiovivo paró se bajó del caballo y vino a decirme:
- Esta vez te toca a ti.
- No. Prefiero verte montar -le dije. Le di más dinero-. Toma, saca unos cuantos tickets".

¿Será esa la razón por por la que Salinger decidió "desaparecer públicamente de este mundo"? ¿Consideraría que esa era la única manera de perpetuar su rebeldía al amparo de las estrictas normas que toda sociedad no duda en imponer para su propio beneficio?