martes, 19 de mayo de 2015

Mendel el de los libros de Stefan Zweig


Concentración frente a la dispersión que caracteriza nuestro tiempo. Memoria frente al olvido que provoca la falta de responsabilidad de nuestros actos. Sencillez frente a las falsas apariencias y el "postureo" como imagen que pretendemos ofrecer de cara al exterior. Todo eso es "Mendel el de los libros", un libro ligero de peso pero cargado de enseñanzas.



"Le dí afectuoso la mano. "Quédeselo tranquila. A nuestro viejo amigo Mendel le habría encantado que al menos una entre los muchos miles de personas que le deben un libro aún se acuerde de él". Después me marché y sentí vergüenza frente a aquella anciana y buena señora que, de una manera ingenua y sin embargo verdaderamente humana, había sido fiel a la memoria del difunto. Pues ella, aquella mujer sin estudios, al menos había conservado el libro para acordarse mejor de él. Yo, en cambio, me había olvidado de Mendel el de los libros durante años. Precisamente yo, que debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido".

lunes, 18 de mayo de 2015

Claus y Lucas de Agota Krystof


Leo entretenido este libro de Agota sobre unos hermanos gemelos cuyos nombres son Claus y Lucas. El libro está dividido en tres partes. En su momento se publicaron por separado. Y lo que creíamos verdadero en la primera parte, por supuesto en la ficción, resulta que queda desmentido en los sucesivas libros. No sabemos cuál versión es la verdadera. No obstante, todas se complementan para contar una dura historia de aprendizaje. No quiero entrar en valoraciones, ni pretendo hacer un estudio que trate del estilo de Agota Krystof. Son los propios personajes los que se valen de sus voces, y sobre todo de sus acciones, para narrar de una forma directa la trama de este libro. No hay un narrador que se delate, ni escritora que esté por encima de los personajes. Los actores/personajes se valen de sus líneas de diálogo, como si representaran una obra de teatro, para sobrevivir en un territorio hostil y fronterizo. Y las vidas que la guerra separa, aunque estén tan unidas como las de los gemelos Claus y Lucas, el paso del tiempo no es capaz de juntar nunca más.

Estos son Claus y Lucas cuando todavía son unos niños inteligentes y autodidactas, y viven bajo el mismo techo:

"Para decidir si algo está "bien" o "mal" tenemos una regla muy sencilla: la redacción debe ser verdadera. Debemos escribir lo que es, lo que vemos, lo que oímos, lo que hacemos.
Por ejemplo, está prohibido escribir: "la abuela se parece a una bruja". Pero sí está permitido escribir: "la gente llama a la abuela "la bruja".
Está prohibido escribir: "el pueblo es bonito", porque el pueblo puede ser bonito para nosotros y feo para otras personas.
Del mismo modo, si escribimos: "el ordenanza es bueno", no es verdad, porque el ordenanza puede ser capaz de cometer maldades que nosotros ignoramos. Escribimos, sencillamente: "el ordenanza nos ha dado unas mantas".
Escribiremos: "comemos muchas nueces", y no: "nos gustan las nueces", porque la palabra "gustar" no es una palabra segura, carece de precisión y de objetividad. "Nos gustan las nueces" y "nos gusta nuestra madre" no puede querer decir lo mismo. La primera fórmula designa un gusto agradable en la boca, y la segunda, un sentimiento.
Las palabras que definen los sentimientos son muy vagas, es mejor evitar usarlas y atenerse a la descripción de los objetos, de los seres humanos y de uno mismo, es decir, a la descripción fiel de los hechos".

Y en esta parte de la historia, sus vidas ya están separadas, y ambos escriben un diario para su hermano con el fin de unir en un futuro la comunicación interrumpida:

"Volví a la librería, me senté en el mostrador. No había ningún cliente. Todavía era verano, las vacaciones escolares, y nadie necesitaba libros ni nada. Allí sentado, viendo los libros que había en los estantes, me acordé de mi libro, del libro del que había hablado mi hermana, de aquel libro que proyectaba escribir desde mi adolescencia. Quería ser escritor, escribir libros, ése era el sueño de mi juventud, y mi hermana y yo habíamos hablado de ello a menudo. Ella creía que en mí, yo también creía en mí mismo, pero cada vez menos, y finalmente ese sueño de escribir libros lo olvidé por completo.
"No tengo más que cincuenta años. Si dejo de fumar y de beber, o más bien de beber y de fumar, podré escribir un libro todavía. Muchos libros no, pero un solo libro, quizá. Estoy convencido, Lucas, de que todo ser humano ha nacido para escribir un libro, y sólo para esto. Un libro genial o un libro mediocre, poco importa, pero el que no escriba nada es un ser perdido, no ha hecho más que pasar por la tierra sin dejar huella alguna.
Si me quedo aquí, no escribiré jamás ningún libro. Mi única esperanza es vender la casa y la librería e irme a casa de mi hermana. Ella me impedirá beber y fumar, llevaremos una vida sana, ella se ocupará de todo y yo no tendré otra cosa que hacer que escribir mi libro, una vez eliminado el alcoholismo y el tabaquismo. Tú mismo, Lucas, también escribes un libro. De qué trata, lo ignoro. Pero escribes. Desde la infancia, no dejas de comprar hojas de papel, lápices y cuadernos.
Lucas dice:
-Tienes razón, Victor. Escribir es lo más importante..."