jueves, 7 de julio de 2016

ENTRE SUEÑOS Y ROPA DE VERANO

¡Qué sueños! Bostezo y se me escapa el sustantivo en plural, porque es mucho el sueño que siento este lunes, y la mayoría de los lunes. Suena el despertador y no me puedo creer que sea el mismo reloj, ése que a las cuatro de la mañana miraba y miraba con la mente desvelada. Más de una hora me pasé así, intentando tranquilizarme a base de ejercicios respiratorios, inspiración, expiración, y total que me dormí de puro cansancio y con el cuello torcido de tal forma, que he amanecido con un pinzamiento muscular. Necesito un masaje que alivie mi torticolis y algo, no sé cómo llamarlo, que aligere mis penas que tanto me desvelan. Me gustaría tener más cuajo, y que los nervios no influyeran tanto en mi vida, pero cada uno es como es y no hay que darle más vueltas a la cabeza. También me gustaría ser más alto y más guapo, me digo a mí mismo, ¿y qué? Malo sería no aceptarse, ni quererse de la cabeza a los pies. 

La tiranía de la ropa de verano. Me he vuelto a poner un pantalón que sólo uso en la época veraniega, y ha entrado tan justo que me he sentido más regordete de lo que realmente soy. Y ya sé que no estoy gordo (cualquiera que me viera alucinaría por haber utilizado este adjetivo), pero el año pasado, y hace dos años y tres, estaba más delgado que ahora, y lo noto en estos putos pantalones que me aprietan la barriguilla. Me disgusta este mundo al revés. ¿Qué es salud?, me pregunto a mí mismo mientras me presiono hacia dentro ese michelín tan evidente. Lo noto flácido, rebota en mis manos y presiona con su curva cada centímetro de tela que desborda. Cuando me ducho no puedo dejar de mirarme de perfil en el espejo. Lo que antes era un vientre plano, ahora es una curva incómoda y delatora de mi actual estado de forma. La ropa de verano es un indicador, ahora que está tan de moda en las empresas el tema de los indicadores. Y la conclusión es evidente: más ejercicio, abdominales y comida más sana. O no tan evidente; más cerveza para mitigar el calor, más siestas a la sombra de una sombrilla, y poder comer fritanga en cualquier chiringuito playero. El verano es sinónimo de contradicción.