jueves, 11 de febrero de 2016

HIJO DE JESÚS DE DENIS JOHNSON


Un libro de relatos que narra crudas historias, desgarradoras de principio a fin. Alcohólicos en rehabilitación, drogadictos que se pasan de la raya y mueren de una sobredosis, marcas de navajazos en el cuerpo y algún que otro cuchillo clavado en la cuenca de un ojo, gente marginal que transita entre la cárcel y las calles más peligrosas de los suburbios. Pero también seres humanos que intentan sobrevivir a su manera. Personas que cuentan con sentimientos, que se enamoran, que lloran y que valoran cada instante de su vida. 

"Yo andaba detrás de una bailarina de diecisiete años que hacía la danza del vientre y que siempre iba acompañada por un chico que decía ser su hermano, pero no era su hermano, era solo alguien que estaba enamorado de ella y a quien ella permitía que anduviera por ahí porque así es la vida".

Aunque sí, también hay gente que se tilda de perdedora y que no le importa descarriarse aún más y "perder" más años de su vida. Vivir peligrosamente marca a fuego lento el cuerpo y el alma de estos personajes, que son los héroes y villanos de sus propias historias.  

"Esa noche me senté en un reservado frente a Kid Williams, un ex boxeador. Sus manos negras estaban llenas de bultos y mutiladas. Siempre tuve la sensación de que en cualquier momento podría alargar esas manos y estrangularme hasta la muerte. Hablaba con dos voces distintas. Rondaba los cincuenta años. Había desperdiciado su vida por completo. El tipo de persona que nos resulta muy querida a los que apenas llevamos desperdiciando nuestras vidas unos cuantos años. Sentado frente a Kid Williams te importaba menos seguir así durante uno o dos meses más".

viernes, 5 de febrero de 2016

VOCES DE CHERNÓBIL

"Aquí tengo muchos amigos. Yulia, Katia, Vadim, Oxana, Oleg... Ahora Andréi.
-Nos moriremos y nos convertiremos en ciencia -decía Andréi.
-Nos moriremos y se olvidarán de nosotros -así pensaba Katia.
-Cuando me muera, no me enterréis en el cementerio; me dan miedo los cementerios, allí solo hay muertos y cuervos. Mejor me enterráis en el campo -nos pedía Oxana.
-Nos moriremos -lloraba Yulia.
Para mí el cielo está ahora vivo, cuando lo miro. Ellos están allí".

De "Voces de Chernóbil" de la autora Svetlana Alexievich. 

Cuando la tristeza se carga de poesía, surgen textos como éste, que conviene subrayar con trazo grueso y destacar con un pequeño doblez en el extremo de la hoja. De esta forma conservaremos un recuerdo de aquello que el arte es capaz de transmitir, y que a nosotros, como lectores, nunca se nos hubiera ocurrido sentir, hasta no haber leído este pensamiento.