lunes, 22 de septiembre de 2014

IMPRESIONES DE MADAGASCAR (1)



Lo primero que nos advirtió nuestra guía de Madagascar nada más aterrizar en este país, es que señalar con el índice extendido hacia una tumba está muy mal visto por los malgaches. Bueno, mejor dicho, es fady, o lo que es lo mismo, una falta de respeto y consideración hacia sus muertos. En cambio, no está mal visto señalar con el dedo índice encogido, como si empuñáramos una pistola imaginaria, o con toda la mano extendida en dirección al lugar sagrado. A las primeras de cambio, todos metimos la pata señalando de forma indebida, pero como somos turistas nadie nos cortó el dedo ni fuimos llamados al orden. Yo creo que a los nativos les hacía gracia nuestra incorrección, sobre todo cuando nosotros mismos nos reprendíamos de viva voz o bajábamos aprensivamente el brazo sacrílego de nuestro compañero cuando señalaba con todo descaro la tumba de marras. 


Desayuno con maletas. Era la frase que nuestra guía nos repetía para arrullarnos todas las noches antes de acostarnos, y que suponía que nos teníamos que levantarnos al día siguiente a una hora muy temprana. Como turistas cumplidores que siempre hemos sido, sabíamos que teníamos que adaptarnos a las horas de luz de Madagascar. Por tanto, nos despertábamos a eso de las seis o seis y media de la mañana para desayunar con las maletas ya hechas para no perder tiempo, comíamos sobre las doce de la mañana, y cenábamos no más tarde de las siete y media u ocho de la tarde. Como estamos en el hemisferio sur, el invierno de Madagascar es nuestro verano, y la noche llega a eso de las seis de la tarde. Os puedo asegurar que después de todo el ajetreo turístico del día, el grupo llegaba muy cansado a la noche y no era extraño que la gente se retirara a la cama a eso de las nueve o nueve y media de la noche. Un grupo de irreductibles resistíamos sólo una hora más saboreando un ron local de dudosa calidad. Y también os puedo asegurar, que cuando se echa la noche en Madagascar la luz artificial es escasa o brilla por su ausencia a causa de los numerosos apagones eléctricos. Y os puedo asegurar (es la tercera ocasión que cercioro en este texto), que la seguridad que da la luz tenue de las velas en los locales nocturnos deja mucho que desear.

La última impresión o comentario curioso de este post es aquella que se refiere a la incapacidad de los malgaches para negarse a una petición. La mentalidad con que abordan todo tipo de situaciones es distinta a la nuestra. Incluso lo que nosotros consideramos lógico pasa a un segundo plano para ellos. Y este comentario no tiene nada que ver con la parsimonia que les caracteriza a la hora de trabajar, ni tiene que ver con su peculiar interpretación del tiempo. Mejor explicar este asunto con un ejemplo práctico que le sucedió a nuestro guía. La primera noche en Antananarivo llegamos al hotel de madrugada después de un largo viaje. La guía comenzó a repartir las habitaciones a los miembros del grupo, y para nuestra sorpresa, nos comunica que ella se tenía que ir a otro hotel porque el recepcionista le había dado su habitación a otro cliente que se había quedado "tirado" en la capital al no poder coger su vuelo. Nuestra guía contaba con una reserva en firme pero ella misma nos explica que un malgache no puede negar una habitación a un cliente en esa situación, aunque con su decisión complique más la vida de otra persona. De nada vale protestar o incluso llegar a gritar a un malgache porque se bloquea, no reacciona y al final no se consigue ningún beneficio. Esa es la experiencia que nos relataba nuestra guía después de vivir muchas temporadas en Madagascar.