jueves, 27 de septiembre de 2012

EL LAMENTO DE PORTNOY



Un largo monólogo como desahogo por la rabia contenida durante 33 años de vida. En sus más de trescientas cincuenta páginas, salen por boca del protagonista sapos y culebras contra su propia familia, la educación recibida, la religión judía, la represión sexual, etc, etc, etc. El autor nos cuenta que Alexander Portnoy, nuestro protagonista, es ahora un hombre respetable, con un trabajo público muy respetable, pero no es oro todo lo que reluce, porque la "mierda" acumulada en el interior de su alma le sale a borbotones entre espasmos de dolor y angustia. Él se desahoga frente al psicólogo, y nos los imaginamos tumbado en el típico diván soltando su eterno soliloquio. Pero la voz del psicólogo no aparece hasta la última línea del libro, como si no existiera realmente para Philip Roth. El escritor ha sustituido esa figura por la del propio lector, que pasa a involucrarse totalmente en la historia ejerciendo de psicólogo. Pero también hay entre tanta miseria humana momentos para la risa. Me acuerdo de las descripciones que hace de su padre sentado en el "trono" intentando vencer a su crónico estreñimiento, o cuando su histérica madre se muestra preocupada por lo peligroso que puede resultar para su hijo que viaje en un coche descapotable o que se alimente con la denominada comida basura. Aún y todo, la parte que he leído de la novela que me ha parecido más graciosa es cuando el propio protagonista nos relata sus experiencias masturbatorias, un onanismo que resulta hilarante por lo desproporcionado que parece a primera vista, o no.

viernes, 14 de septiembre de 2012

BONSÁI DE ALEJANDRO ZAMBRA



Lo bueno, si es breve, dos veces bueno. Estamos hablando de un libro de menos de cien páginas, de la primera novela o narración breve que este chileno publicó en su día. Estamos hablando de una pequeña joya, de una obra maestra de la sintetización. Y en mi modesta opinión, el mérito principal es que no falta nada para que pueda considerar que esta obra está a la altura de lo que se denomina "gran literatura". Y por supuesto, no sobra nada de nada. El libro invita a la relectura de cada página, a tratar el texto narrativo como si fuera poesía. ¿Será que cuando se adelgaza una novela hasta tales extremos ésta se convierte en pura poesía? Hay que ser muy bueno en este oficio de juntar palabras para que el resultado final sea tan excelente como en Bonsái. También hay que ser un verdadero poeta para no caer en la cursilería, en la pedantería. No me extiendo más, porque si algo he aprendido de este libro de Alejandro Zambra, es la capacidad de condensación, que es lo que siempre he admirado en los libros que he leído.