lunes, 27 de septiembre de 2010

FIN DE FIESTA


13/08/10


Último día que pasamos en Etiopía. Nos levantamos temprano, para ir a visitar antes de desayunar el mercado de pescado de Awasa. Cambio de planes. Una pareja de cordobeses que comparte cocinero con nosotros han madrugado más y nos comentan que no hay nada que ver, que a lo mejor más tarde. Desayunamos tranquilamente en el hotel y por fin nos vamos al mercado de pescado. Me esperaba otra cosa. Dos barcas llegaron hasta la orilla del lago, pero allí había más turistas que pescadores, y no hablemos de pescado, que parece que no era el día más apropiado para ejercer el oficio. Montamos en los todoterreno y nos vamos a los baños termales de Wondo Genet, a pocos kilómetros de Shasamene. Nos ponemos el bañador y “al agua patos”. Eso sí, con cuidado, porque en una de las piscinas el agua está tan caliente que te escaldas vivo. En este spa natural también hay unos chorros de agua caliente que nacen directamente de la montaña. Según nos cuenta Mati, el agua sale a esta temperatura porque es una zona de bastante actividad sísmica. Recién lavados y con los nervios bien templados partimos hacia Addis. Circulamos con la única novedad de la lluvia, que junto a la densidad de tráfico habitual hace que viajemos más lento de lo normal. El atasco se agrava en el momento que llegamos a la capital y provoca que las compras de última hora las tengamos que hacer deprisa y corriendo. Nuestros regalos son unos paquetes de café molido, cafeteras y varios pañuelos de una calidad inferior a la que esperábamos. Pero no hay tiempo para más, porque hay que ir hasta un restaurante turístico en donde nos ofrecen las típicas injeras amenizadas con bailes tradicionales de Etiopía como final de fiesta. Nos despedimos con tristeza de los conductores que nos han acompañado durante todo el trayecto (nos acordaremos sobre todo de Johny y de la canción de “la gasolina” que nos ponía a todo volumen) y de Mati, nuestro guía por las diferentes etnias del sur de Etiopía que hablaba un castellano con acento cubano aprendido cuando el gobierno comunista de Etiopía mandaba a muchos niños a estudiar a la isla. Más tarde nos tocará despedirnos de nuestros compañeros de viaje. Los cuatro eran de la misma cuadrilla de amigos, no obstante, desde el primer bautismo con ron los Mursis fuimos adoptados por los Karos y los Boranas (nosotros nos entendemos). Ya se sabe que donde beben cuatro, beben seis.

viernes, 24 de septiembre de 2010

AWASA


12/08/10


De Yabelo hasta Awasa hay 350 kilómetros por carretera perfectamente asfaltada. Esta vía de comunicación es la única que sirve de unión entre Etiopía y Kenia. Montados en nuestros vehículos admiramos el paisaje tan verde que se aprecia a ambos lados de la carretera. La pena es que esta vuelta hasta Addis nos está resultando muy pesada por la falta de alicientes a proponer por nuestro guía. Según él, no hay que cansar al turista con etapas excesivamente largas y que es preferible realizar paradas a modo de transición para descansar. No opino lo mismo, y creo que el resto de mis compañeros me darían la razón porque es una lástima malgastar un día entero de tus vacaciones en Etiopía sin hacer nada reseñable. Como ya nos quedan pocos días de estancia en este país, nos estamos desprendiendo de casi toda la ropa que hemos traído en nuestra maleta. Habiendo tanta necesidad siempre hay gente agradecida a la que ayudar, aunque sea modestamente. Después de las habituales paradas para tomar un café y comer, llegamos a Awasa, junto al lago del mismo nombre. Según circulamos por sus calles observamos que es una ciudad más ordenada y moderna que Addis. Una vez instalados en un cómodo hotel nos damos un paseo por el borde del lago. Se encuentra muy concurrido ya que es día de fiesta y el lugar de esparcimiento de los habitantes de esta ciudad. Para finalizar el día nuestro guía nos ha citado para cenar en un restaurante- pizzería de calidad. Vamos, que todo el santo día comiendo.

YABELO


11/08/10


Los acontecimientos que vivimos últimamente nos hacen sentir que a pesar de que este viaje no concluye hasta el catorce de este mes ya estamos dando los últimos pasos. Hoy hemos llegado a Yabelo y lo único que hemos hecho en toda la mañana es instalarnos en el hotel. Y como es la tónica de este viaje, las habitaciones cuenta con una serie de deficiencias que nuestro guía se afana en solucionar nada más que llegamos. Tras una injera vegetal regada de cervezas nos desplazamos sesenta kilómetros para ver cómo sacan agua de un pozo cuatro chavales haciendo una cada humana. Cruzamos miradas de incredulidad porque no esperábamos tal fiasco. Vuelta a la carretera hasta Yabelo parando en un poblado de la etnia Borana, en donde asistimos a otra ceremonia del café distinta a la de la etnia de los Dorze. Mientras una familia nos prepara el café dentro de su choza podemos asistir a un ritual de esta etnia que se remonta a cientos de años de vida nómada. Reconozco que aunque ha resultado breve, ha merecido la pena la visita, ya que nos hemos metido literalmente hasta la cocina de su casa, casi como si fuéramos unos visitantes más de la propia etnia.

Y fin de las actividades de hoy para nuestro guía. Bueno, menos mal que somo personas inquietas y no aceptamos días de transición. Aprovechando que todavía es pronto, nos hemos dado un paseo por la única calle del pueblo, hemos estirado las patas hasta la cima de un montículo para poder admirar las vistas del atardecer en Yabelo, y de paso, hemos saboreado la caña de azúcar que nos ha ofrecido un niño, que ya de noche, vuelve con el ganado que ha estado cuidando en el campo.

jueves, 23 de septiembre de 2010

KONSO


10/08/08


Nuestro viaje continua hasta Konso, en donde habita mayoritariamente la etnia del mismo nombre. Nos instalamos en un curioso hotel, por llamarlo de alguna manera, formado por chozas en vez de habitaciones. Por dentro cuentan con las mismas comodidades de cualquier hotel en los que hemos pernoctado en Etiopía. Y por fuera, estas chozas están rodeadas por un vergel de plantas y pequeñas huertas que realzan el entorno. Por la tarde visitamos un poblado Konso en las faldas de un cercano monte. Esta etnia, según nos comenta nuestro guía, destaca por ser los pioneros en Etiopía en la técnica del cultivo en bancales. Su vestimenta también es peculiar, ya que las mujeres utilizan para vestirse una falda con un vuelo en su parte superior que simula la estructura de sus casas y nos recuerda la forma de vestir de las mujeres del altiplano boliviano. Y hablando de sus casas, el conjunto de chozas, calles y plazas me recuerda a los vestigios de los castros que estamos acostumbrados a ver por nuestra tierra. Cuando ya estamos finalizando nuestro paseo por las estrechas calles del poblado nos cruzamos con un niño de muy corta edad, que animado por su madre y vecinos, nos monta en un instante un espectáculo de calle. Nos partimos de risa contemplando a este pequeño “Joselito” bailar con ese sentimiento que transmiten los artistas consagrados de la farándula.

Inspirados como estábamos, las chicas del grupo deciden montar un “teatrillo de calle” por las calles de Konso con el acostumbrado grupito de niños que nos pisan los talones pidiéndonos birrs y más birrs. En vez de monedas, los niños se llevan a sus casas un buen montón de risas gracias a la participación espontánea en los juegos y canciones que las chicas de nuestro grupo les proponen con las últimas luces del día.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

OMORATE


09/08/10


Hoy es nuestro último día en Turmi y nuestro destino nos lleva hasta Omorate, una población cercana a la frontera con Kenia y pegada al río Omo. Justo cuando llegamos a un puesto de control militar para poder transitar por esta región, nuestro guía nos dice que es necesario que presentemos el pasaporte. Como no nos había avisado con antelación dos personas del grupo no lo llevan consigo, con lo que Mati tiene que pagar un pequeño soborno por su metedura de pata. Ya en Omorate cruzamos el río Omo en unas embarcaciones muy rudimentarias. Son unos troncos vaciados y estrechos no recomendados para personas obesas, ya que hay que viajar sentado debido a su inestabilidad. En la otra orilla nos espera un poblado de la etnia Dassanech que son seminómadas como podemos comprobar enseguida. Las míseras chozas donde viven esta gente están hechas a retales con el fin de posibilitar su traslado lo más cómodamente posible. Desde que estamos en esta región nos ha llamado la atención los objetos con los que se decoran los nativos, pero lo de esta etnia resulta más llamativo si cabe, porque se adornan la cabeza con un montón de chapas de botellas unidas por una cuerda. Volvemos a cruzar el río Omo conducidos percha en mano por “gondoleros” etíopes. Primero, remontan el río por la orilla ayudándose con la percha gracias a que la corriente es menor, para luego dejarse llevar por la misma hasta la otra orilla del río.

De vuelta al camping nuestro guía nos propone una visita al mercado de Turmi por la tarde. Después de comer, con un calor de justicia y abandonados a nuestra suerte por Mati, que aprovecha cualquier ocasión para escabullirse y ponernos en manos de un guía local, recorremos sin ganas el pequeño mercado de Turmi. La visita es corta y la desidia comienza a imponerse en el ambiente del grupo. Regresamos al camping para tomarnos el resto de la tarde libre. Mientras leemos el número especial de la revista Altair sobre Etiopía, uno de los niños que están trabajando en el bar se pone a curiosear las fotos y descubre que en una de ellas aparece un primo suyo. ¡El mundo es un pañuelo!

lunes, 20 de septiembre de 2010

LOS KAROS Y LOS HAMMER


08/08/10


Nos hemos levantado temprano porque tenemos que visitar un lejano poblado de la etnia Karo. El viaje hasta ese recóndito lugar junto al río Omo dura más de dos horas por pistas en bastante mal estado. Me figuro que en la época de lluvias estos caminos se volverán intransitables hasta para los todoterrenos. Cuando llegamos al poblado nos espera una comitiva de recepción bastante llamativa. Un grupo de hombres con sus cuerpos pintados y kalasnikov en mano, posan para nosotros con el fondo de un meandro del río Omo. ¡Coño, si es la misma foto que aparece en la revista altair! Está claro que si queremos sacar una foto con tales modelos habrá que pagar los birr correspondientes. Damos nuestros primeros pasos por las chozas del poblado seguidos, cómo no, por un grupo de niños que nos reclaman una foto, pero eso sí, sin la brusquedad de los Mursis. Hace calor, mucho calor en esta región de Etiopía, con lo que tras la visita a las chozas del poblado buscamos la sombra que nos proporciona el techado de lo que parece ser el lugar de reunión del pueblo.

A la tarde asistimos a una boda de la etnia Hammer con su trandicional “salto de las vacas” por parte del novio. El ritual comienza horas antes, cuando las mujeres que forman parte de la familia del novio son azotadas en la espalda mediante varazos. Desde nuestro punto de vista resulta bastante injustificado, pero el significado de este antiguo ritual no es otro que hacerle ver al novio que son tan fuertes que pueden sobrevivir sin el hombretón de la familia. La ceremonia continua con los bailes y saltos en círculo por parte de las mujeres Hammer, que con sus movimientos hacen sonar los cascabeles que llevan en sus piernas, mientras otras hacen sonar unos cuernos de vaca para dar mayor fuerza simbólica a esta parte del ritual. Y para finalizar, los hombres agrupan a un rebaño de vacas y disponen en fila a diez de las elegidas. Una vez que están bien sujetas las reses sólo falta que el novio, totalmente en “pelotillas”, salte sin caerse seis veces por encima de sus lomos. Si lo logra, hay boda. Al principio, cuando nuestro guía nos propuso si queríamos asistir a una boda que nos costaba 200 birr por persona, pensamos que era una “turistada”. Y sí, no parece que sea casual que justo en agosto haya bodas hammer todos los días, pero también hay que decir que no hay que perderse este ancestral ritual de “sangre, sudor y polvo”.

viernes, 17 de septiembre de 2010

TURMI Y EL MERCADO DE DIMEKA


07/08/10


De bache en bache, iniciamos la marcha hacia Turmi. En esta parte del país se hace imprescindible contar con un todoterreno porque hace ya tiempo que hemos dejado de transitar por carreteras asfaltadas. A mitad de camino paramos en el mercado de Dimeka, en donde los Hammer, que es la etnia mayoritaria de esta zona, mercadean unos con otros. Desde un primer momento nos llama la atención la arcilla que cubre sus cabellos trenzados, la grasa que embadurna sus cuerpos fibrosos, y el polvo del camino flotando en el paisaje y que forma otra capa sobre la piel de los hammer. Toda esa mezcla deja un fuerte olor en el ambiente asociada a la cultura primitiva y ancestral de esta etnia. El sur de Etiopía es una tierra de fuertes contrastes. Como el que se puede vivir comiendo en una fonda de Dimeka junto a unas mujeres Hammer. Nosotros vestimos con la indumentaria típica del “coronel tapioca”, y ellas visten con sus tradicionales pieles de cabra y calzan sandalias fabricadas con neumáticos de coches. Una vez que llegamos a Turmi nos instalamos en uno de los campings con que cuenta esta localidad. Y como hace bastante calor y las tiendas de campaña ya están montadas, nos aposentamos en lo que sería el bar del camping (léase un niño al lado de un arcón frigorífico que funciona mediante un generador) para bebernos las cervezas más “cold, very cold” que nos permite la laboriosidad de esta gente.

jueves, 16 de septiembre de 2010

JINKA Y LOS MURSIS



06/08/10


Hoy está programada una visita a un poblado de la etnia Mursi en el parque nacional de Mago. Atravesamos un paisaje verde, con una pista tortuosa que no me la quiero imaginar con barro en un día lluvioso. En el trayecto podemos ver la pequeña fauna que pulula por la carretera. Desde dick-dicks, pequeños antílopes africanos, hasta gallinas de guinea con sus polluelos picoteando a su vera. Cuando llegamos al poblado los mursis ya están preparados para posar ante nuestras cámaras. ¡Business is business! Transitar por el pequeño poblado se vuelve tarea difícil ante los continuos requerimientos de los mursis para que les saquemos una foto. Al trato son bastante pesados y en ciertas ocasiones sus maneras resultan desagradables. Me figuro que es el peaje que hay que pagar por ser turista en estas tierras. Una anécdota: en uno de esos acosos con que nos somete una mursi, Elena le señala el anillo que lleva puesto, y ella no tarda en ofrecérselo por un birr. Como a Elena no le cabe en su dedo, le señala el otro que lleva puesto. Ni corta, ni perezosa, la señora mursi que lleva el plato labial que les caracteriza y que es sinónimo de belleza para su etnia, se escupe en el dedo porque es incapaz de sacárselo. Ante esa visión para los negocios de la mursi, Elena prefiere el anillo que le ofreció en un primer momento, que total que para que necesita dos.

Después de comer visitamos el mercado de Jinka y su museo etnográfico. Y un poco más tarde estiramos las piernas dándonos un paseo por un poblado de la etnia Ari situado en pleno monte. Durante el recorrido conocemos a un niño que hace las funciones de guía mejor que nadie. A la vez que nos conduce por la senda adecuada, nos impresiona con su inteligencia y simpatía. Vamos, que el niño se ha ganado un libro de gramática inglesa que necesita para sus estudios. Se lo compramos en Jinka, en una típica tienda de pueblo que vende de todo. El emocionado chaval nos quiere llevar hasta su escuela, y cómo no, allí nos dirigimos con todos los niños que se van pegando a nuestra estela. Inmortalizamos el momento con una foto de grupo en la puerta de la escuela. Con Degu, el niño con el que hemos simpatizado tanto, Elena y yo nos despedimos aparte, dándole camisetas, bolígrafos y apuntando su correo electrónico para que podamos mandarle las fotos que nos hemos hecho juntos.

MERCADO DE KEYAFER



05/08/10


Hoy toca adentrarse un poco más en el sur de Etiopía. Nuestro destino es la población de Jinka, pero antes tenemos que pasar por Konso y luego hacer otra parada en el mercado de Keyafer. El trayecto es largo, como todos los que tenemos que hacer en este viaje, por lo que llegamos al mercado a la tarde cuando la mayoría de las etnias han desmontado sus puestos. El guía local nos informa que en este mercado se concentran las siguientes etnias: Benna, Temay, Konso y Ari. Ya en nuestro paseo por los puestos nos damos cuenta de la vistosidad de los productos que se exponen y de la variedad de los atuendos que distinguen a cada etnia. Algunas mujeres llegan a adornarse la cabeza con tapones de bolígrafo bic, y otras, se embellecen con correas de reloj a modo de colgantes. Eso sí, cuidadito con las fotos, que aquí es un producto más a la venta que se negocia personalmente con el retratado. Nos despedimos del mercado de Keyafer y en un par de horas llegamos a Jinka. El hotel en esta localidad sufre de las mismas carencias que ya empezamos a considerar normales, como los problemas con las cisternas que funcionan cuando quieren, el agua en las duchas que nunca es caliente o la falta de mosquiteras en las habitaciones. Como se nos ha hecho casi de noche, decidimos quedarnos en la terraza del hotel tomando unas cuantas cervezas antes de cenar. Y la noche se alarga un poco, con cánticos que todos entonamos, acompañados de una botella de vodka que sustituye a la ya finalizada de ron.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

LAGO CHAMO Y DORZE



Un buen zumo de mango para desayunar es un buen comienzo para cualquier “esforzado” viajero. Mati nos recoge en nuestro hotel de “lujo”, ya que tanto él como los conductores duermen siempre en uno más económico, para ir en dirección al lago Chamo. Embarcamos con la idea de avistar cocodrilos e hipopótamos y hay que reconocer que los pudimos ver bien de cerca. De vuelta, comimos una injera, plato típico de este país que se come a todas horas. Como hoy es miércoles la injera es vegetal, ya que en Etiopía hay una mayoría de población cristiana copta que guarda cuaresma los miércoles y los viernes. Por la tarde, ascendemos por una pista de tierra hasta Dorze para visitar a esa etnia. Nada más atravesar una empalizada de troncos de bambú entrelazados, podemos observar las casas con forma de elefante característica de esta etnia. Parece ser que hace tiempo vivían elefantes por esta zona. Agradecemos que la visita esté organizada de tal forma que parece que visitamos un museo etnográfico en vivo. Como todo está incluido en el precio que paga nuestro guía, no hay nadie pidiéndonos dinero alrededor nuestro, ni nadie que se moleste si decidimos sacar una foto. En Dorze asistimos a la ceremonia del café, que según nos cuenta Mati, consiste en servir a los invitados hasta tres tazas cada vez más aguachinadas, antes de despacharlos a sus casas. A nosotros, una joven nos tuesta los granos de café, que luego muele para servirnos unas tazas de café humeante recién preparado. En otra parte del poblado, otra señora teje en un telar las vistosas telas que luego venden en un puesto. Y más allá, otra joven nos enseña como aprovechan las hojas del plátano para extraer una masa tipo torta que luego constituye con los vegetales la base de su alimentación. También nos muestra cómo los filamentos de esas hojas se convierten en resistentes cuerdas una vez que son raspadas hasta reducirlas a su mínima expresión. Ya en el viaje de vuelta a Arba Minch volvemos a ver a la misma gente por la carretera, o lo que es lo mismo, mujeres y niños acarreando fardos de leña o todo tipo de bultos que encorvan sus cuerpos por culpa del peso. Y esa labor es el día a día para ellos.

ARBA MINCH VIA SHASHEMENE


03/08/10


Os cuento otra peculiaridad de Etiopía. Suele pasar, que muy de mañana, suene por megafonía y a todo volumen la misa que se celebra en una cercana iglesia. Por experiencia en anteriores países musulmanes creíamos que se trataría de una mezquita, pero no, aunque en este país conviven en aparente armonía la religión musulmana con la cristina copta, el guirigay de cánticos y rezos provenía de una misa cristiana. ¡Qué bonito despertar! Para colmo, nos toca una larga jornada de viaje hasta llegar a Arba Minch, con una parada intermedia para estirar las piernas en Sashemene, ciudad emblemática del movimiento rastafari (ver vídeo para ambientarse). Sentados cómodamente en nuestro todoterreno asistimos al espectáculo callejero que los niños montan a nuestro paso. ¡Todo vale para sacar dinero, caramelos o ropa! Desde los que bailan de forma desaforada para llamar la atención, hasta los que hacen el pino o se suben a unos zancos para ejercer de equilibristas. Así nos entretenemos mientras vamos salvando baches por carreteras que pasan a ser pistas de tierra cuando menos te lo esperas. Una vez instalados en el hotel de Arba Minch, básico como la mayoría de los hoteles en donde nos alojamos, nos damos un paseo por el pueblo. Calle arriba, calle abajo, nos mezclamos con la gente que nos mira con curiosidad, que nos pide dinero (¡one birr, one birr!) y así alguna afortunada mendiga se lleva una buena limosna por la cara de agradecimiento que nos obsequia. Por lo que se ve, todavía no estamos familiarizados con el valor del dinero etíope. Sediento, decidimos tomarnos una cerveza en una terraza cercana al hotel, en donde asistimos en directo al primer apagón del viaje, ya que en este país la red eléctrica es bastante deficitaria.


viernes, 10 de septiembre de 2010

POR EL LAGO LANGANO


02/08/10


Salimos temprano en dirección al Lago Langano. Son 150 kilómetros de carretera transitable pero tan abarrotada de todo tipo de vehículos, animales, carros y personas, que completar todo el trayecto nos lleva tres horas. Una de las peculiaridades de este país es el uso del claxon. Se necesita constantemente para adelantar a otros vehículos aunque sea en un tramo de línea continua, espantar a los animales que transitan en mitad de la carretera, avisar a las personas que cruzan la calle cuando menos te lo esperas, y para esquivar a base de pitidos a los carros cargados hasta arriba y tirados por burros que no saben de normas de tráfico. A mitad de camino hemos parado en un bar frente al lago Debre Zeit para tomar un café. Así lo conocemos. Siguiente parada: a comer nuestra ración de pescado al grill cerca del lago Ziway, en donde contemplamos una gran bandada de marabús junto a otras aves acuáticas. Y ya por la tarde, llegamos hasta los bungalows situados frente al lago Langano en donde vamos a pernoctar esta noche. Son sencillos, con su mosquitera y poco más, pero ya sabíamos a lo que íbamos cuando nos embarcábamos en este viaje por Etiopía. Las aguas del lago Langano son de un color marrón fruto de las lluvias recientes, que se torna rosado al atardecer, justo cuando unos cuantos decidimos darnos un chapuzón en sus aguas antes de cenar. Para dar por finalizado el día montamos nuestro “botellón” particular junto al lago Langano.

jueves, 9 de septiembre de 2010

PRIMEROS DÍAS EN ETIOPÍA


31/07/10


Volamos rumbo a Addis-Abbeba. Tras una noche de copas por Madrid, con amigos de amigos, hemos salido de la “capi” esta mañana con una media hora de retraso. El viaje es largo ya que tenemos que hacer una escala en Estambul antes de llegar a Etiopía. Y como todo viaje en avión, matamos el tedio jugando a comiditas con las bandejitas que nos ofrecen las azafatas, y dormitando junto al resto del pasaje en un continuo duermevela. Tras cuatro horas de vuelo tomamos tierra en Turquía. Vuelta a despertarse, a situarse en el mundo pese a las legañas que cubren nuestros ojos. Menos mal que a esas horas de la madrugada no tenemos que correr ninguna carrera de obstáculos por el aeropuerto de Estambul y podemos realizar el enlace a su debido tiempo. En nuestro avión viaja más gente española, pero todavía no hemos identificado a nuestros futuros compañeros de grupo. Hemos preguntado a unos pocos, pero nos dicen que viajan con otras agencias, con lo que se mantiene el suspense hasta llegar a nuestro destino final. Tras la escala me toca el asiento junto a la ventana. Mientras el avión va descendiendo poco a poco en dirección Addis-Abbeba, puedo ver como el cielo se va iluminando de forma intermitente gracias a los relámpagos que nos anuncian un tiempo tormentoso. Una vez que aterrizamos, los viajeros nos vemos sometidos a las continuas colas que hay que hacer para tramitar el visado, cambiar moneda, etc, etc. Hasta que por fin, y después de “hacerme el loco” en otra cola para que no me revisaran la maleta, llegamos hasta donde nos estaban esperando nuestros compañeros de grupo junto al guía de nuestro viaje. Tras la presentación nos dirigimos en furgoneta hacia el hotel Ghion, para descansar de este fatigoso viaje.


01/08/10


Tomamos el desayuno a las nueve de la mañana. A todos nos sorprende ver la cantidad de personal de que dispone el hotel para servirnos el desayuno. Se nota que la mano de obra es barata en este país. Mati, nuestro guía, nos espera puntualmente en la recepción del hotel para darnos las primeras instrucciones. Nuestra primera ronda de visitas por la capital se inicia en el Museo Nacional de Etiopía. Bueno, antes de visitarlo toca comer, porque ya son más de las doce de la mañana y aprovechamos el restaurante del museo para comer, y comer y comer. Cuando nos disponíamos a entrar al museo sufrimos un ataque por sorpresa de unas hormigas que pusieron a prueba sus mandíbulas mordiéndonos en brazos y piernas. Intentando todavía deshacernos de los bichos, visitamos el museo etnográfico en donde se conserva una réplica de los huesos de “Lucy” y “Selam”, unas parientes muy lejanas de todos nosotros. Ya por la tarde montamos en la furgoneta de la agencia, para subir hasta un mirador a tres mil metros en los extraradios de la capital. Desde esas alturas podemos ver las vistas de Addis-Abbeba enmarcadas en un paisaje verde, como el de Asturias (¡cuántas veces lo repetiremos durante este viaje!). Volvemos a bajar hasta la capital para callejear por sus calles, eso sí, montados cómodamente en furgoneta. Como es domingo no podemos visitar el mercado, que es lo más atractivo de Addis-Abbeba, pero nos podemos hacer una idea de la vida que respira por sus pobladas calles. Una vez cumplidas sus obligaciones, Mati nos cita para la hora de la cena, no sin antes proponernos que demos por nuestra cuenta un paseo por los alrededores del hotel. En los jardines que lo rodean numerosas parejas recién casadas posan para los fotógrafos. Hay bodas cristianas y bodas musulmanas, con sus padrinos y madrinas perfectamente conjuntados. Para nosotros resulta curioso, muy curioso esta mezcolanza de credos en completa armonía celebrando un día de común alegría. Ya por la noche, y de la mano nuevamente de Mati, cenamos en un céntrico restaurante un pescado denominado tilapia procedente de los numerosos lagos que se encuentran en Etiopía. De vuelta al hotel, sesión de chupitos de ron con nuestros compañeros de viaje que sirven para reafirmar nuestra reciente amistad.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

CORRECCIÓN


Había leído anteriormente algunos comentarios sobre el autor de esta novela, Thomas Bernhard, y en todas las reseñas salía bien parado este escritor. Forma parte de aquellos escritores que la crítica literario califica "serios o de culto". Reconozco que leer a Thomas Bernhard no ha sido nada fácil y que en determinados momentos he sentido la necesidad de dejar de leer el libro. El autor tiene un estilo que no busca la complacencia del lector, al contrario, la lectura de esta obra (creo que se puede hablar de la totalidad de su obra de la misma manera) resulta un trabajo dificultoso para el lector. Pero como todo esfuerzo tiene su recompensa, desde el momento que se le coge el tranquillo a su estilo, se descubren verdaderos tesoros que dejan su impronta en el sufrido lector. Se podría decir, que el señor Bernhard vive en un mundo propio que ha modelado a su antojo, le pese a quien le pese, y por tanto, aquellas personas que buscan una lectura fácil y llena de escenas tópicas y mundos trillados, se verán expulsados rápidamente del paraíso de Thomas Bernhard. Pongo unos ejemplos entresacados de las páginas de este libro a modo de resumen: "Venimos a un mundo que se nos da, pero que no ha sido preparado para nosotros, y tenemos que enfrentarnos con ese mundo, si no nos enfrentamos con ese mundo, perecemos". "Un mundo de acuerdo con nuestras ideas, y una y otra y otra vez intentar cambiar ese mundo de acuerdo con nuestras ideas, primero en segundo plano, de forma poco aparente, pero luego con toda la fuerza y de una forma totalmente clara, de modo que, al cabo de cierto tiempo, podamos decir que vivimos en nuestro mundo, no en el que se nos ha dado". "De forma que finalmente, al término de nuestra vida, podamos decir que, por lo menos durante cierto tiempo, hemos vivido en nuestro mundo y no en un mundo que nos dieron nuestros padres".